Clarín, el pasado lo condena
Oscar R. González*
Ahora que se convoca a conmemorar un nuevo Día del Periodista acudiendo a las puertas del monopolio Clarín para defender el derecho de sus trabajadores a la libre agremiación, quizás interese recordar aquel primer día de febrero de 1976 en que, aprovechando los nubarrones golpistas que se cernían sobre el horizonte, la empresa decidió despedir a varias decenas de delegados y activistas sindicales. Un operativo que fue sólo el prólogo de una vasta cacería que continuó ese año condenando al desempleo a varios centenares de trabajadores.
Ese lunes fatídico, el entonces joven gerente general del diario, Héctor Magnetto, mostró su encono contra quienes, a partir de 1972, habían reconquistado el derecho de organizarse, objetivo que parecía ilusorio tras una decapitación sindical anterior que no resultó todo lo ejemplificadora que pretendió. Con la reorganización de los trabajadores de prensa, la empresa debió admitir una interlocución decidida y, a partir de allí, los periodistas y demás empleados del diario, en consonancia con los obreros gráficos –eran tiempos de coordinadoras-, lograron respeto, mejores condiciones de trabajo y significativos incrementos salariales.
La comisión gremial interna se constituyó en el epicentro de la vida laboral del diario, rechazó aislarse en un local remoto, fuera de la planta, y se instaló en un espacio de fácil acceso para sus representados y la propia redacción se convirtió en ámbito de asambleas masivas que fortalecieron la organización de base. Fue, en cierto modo, una época de oro del sindicalismo de prensa, aun asolada por el salvajismo de la Triple A que ponía su mira asesina en periodistas como Jorge Money y Julio César Fumarola.
Las prácticas sindicales democráticas resolvieron paros y quites de colaboración medidas que, en algún caso, evitaron la salida del diario, situación que a nadie entonces se le ocurrió vincular con cercenamiento alguno de la libertad de prensa.
A 35 años de aquella sangría, convertido en un monopolio de múltiples tentáculos, Clarín sigue impidiendo hoy la organización sindical que cercenó entonces para aprovechar las ventajosas condiciones de superexplotación que sobrevendría poco después, con el advenimiento de la dictadura genocida. Hoy, bajo la plena vigencia de todas las libertades, el monopolio persiste en esa abominable costumbre de proscribir el legítimo derecho de asociación sindical.
*Dirigente socialista. Fue delegado sindical de los trabajadores de Clarín y despedido en 1976. Actualmente es Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
Publicado por la Agencia de noticias Télam y el diario El Patagónico, el 6 de junio de 2011
Oscar R. González*
Ahora que se convoca a conmemorar un nuevo Día del Periodista acudiendo a las puertas del monopolio Clarín para defender el derecho de sus trabajadores a la libre agremiación, quizás interese recordar aquel primer día de febrero de 1976 en que, aprovechando los nubarrones golpistas que se cernían sobre el horizonte, la empresa decidió despedir a varias decenas de delegados y activistas sindicales. Un operativo que fue sólo el prólogo de una vasta cacería que continuó ese año condenando al desempleo a varios centenares de trabajadores.
Ese lunes fatídico, el entonces joven gerente general del diario, Héctor Magnetto, mostró su encono contra quienes, a partir de 1972, habían reconquistado el derecho de organizarse, objetivo que parecía ilusorio tras una decapitación sindical anterior que no resultó todo lo ejemplificadora que pretendió. Con la reorganización de los trabajadores de prensa, la empresa debió admitir una interlocución decidida y, a partir de allí, los periodistas y demás empleados del diario, en consonancia con los obreros gráficos –eran tiempos de coordinadoras-, lograron respeto, mejores condiciones de trabajo y significativos incrementos salariales.
La comisión gremial interna se constituyó en el epicentro de la vida laboral del diario, rechazó aislarse en un local remoto, fuera de la planta, y se instaló en un espacio de fácil acceso para sus representados y la propia redacción se convirtió en ámbito de asambleas masivas que fortalecieron la organización de base. Fue, en cierto modo, una época de oro del sindicalismo de prensa, aun asolada por el salvajismo de la Triple A que ponía su mira asesina en periodistas como Jorge Money y Julio César Fumarola.
Las prácticas sindicales democráticas resolvieron paros y quites de colaboración medidas que, en algún caso, evitaron la salida del diario, situación que a nadie entonces se le ocurrió vincular con cercenamiento alguno de la libertad de prensa.
A 35 años de aquella sangría, convertido en un monopolio de múltiples tentáculos, Clarín sigue impidiendo hoy la organización sindical que cercenó entonces para aprovechar las ventajosas condiciones de superexplotación que sobrevendría poco después, con el advenimiento de la dictadura genocida. Hoy, bajo la plena vigencia de todas las libertades, el monopolio persiste en esa abominable costumbre de proscribir el legítimo derecho de asociación sindical.
*Dirigente socialista. Fue delegado sindical de los trabajadores de Clarín y despedido en 1976. Actualmente es Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
Publicado por la Agencia de noticias Télam y el diario El Patagónico, el 6 de junio de 2011