Un año decisivo
Oscar González | Socialismo para la victoria
Aunque el tiempo transcurrido pueda parecer mucho más, se cumple un año de la reelección de Cristina Fernández. Es el primer aniversario de un episodio histórico en el que un amplio sector de la ciudadanía depositó su confianza en una gestión comprometida con el cambio social, la ampliación de derechos y la construcción de un país más autónomo.
Tras 12 meses, la Argentina continúa ese camino de renovación cívica e inclusión social, afrontando batallas decisivas como la que hoy se expresa en la determinación de hacer cumplir la ley que propicia la democratización de la comunicación. Frente a ese desafío la campaña de la amalgama opositora asume formas y contenidos virulentos, creando un clima de inestabilidad política que se topa con la firmeza de un gobierno que no abandona sus convicciones.
Según aquella campaña, la presidenta se manejaría autoritariamente; el equipo de gobierno estaría minado por las rencillas internas y desde la Rosada se amedrentaría a los funcionarios; la economía trastabillaría mientras nos estaríamos peleando con Brasil, Uruguay, el FMI, Europa y los Estados Unidos porque somos proteccionistas y aislacionistas; la AFIP sería una Gestapo que husmea en los negocios privados con vil ánimo recaudador; estaríamos en el peor lugar del mundo en seguridad urbana; se condicionaría a la justicia, se perseguiría a la prensa, todo con el propósito de acumular poder.
Así, el debate político, normal en cualquier democracia, se tornó una confrontación destructiva desde la cual el comando de la oposición, que es la prensa corporativa, ataca cada decisión de gobierno, que es auscultado, en busca del menor signo que indique debilidad o indecisión. Para sostener esa mitología, se acude a la torsión del sentido de las palabras y los hechos, a la manipulación ilimitada y a la mentira.
Como no bastaron las famosas tres tapas para demoler al gobierno, se apela a todas las tapas y las pantallas para erosionar la credibilidad presidencial.
Un asedio que jamás soportó gobierno alguno, aunque varios lo sufrieron, como el del ex presidente Raúl Alfonsín.
La pregunta que surge entonces es cuán democrático es este estilo de oposición, cuán republicana es esta tarea de zapa que no osa construir un proyecto alternativo y se limita a repetir mansamente las consignas que cotidianamente les baja el monopolio mediático. No se entiende incluso tanta preocupación por una hipotética re-relección que el gobierno ni siquiera tiene en su agenda: si todo fuera como lo describe aquella prensa, el oficialismo ya estaría condenado de antemano en 2013 y en 2015 también. A menos que se juzgue al pueblo de masoquista. Ocurre que aquellas fuerzas oscuras no se enfrentan sólo a un gobierno sino a la vasta construcción social de múltiples actores que respalda cada iniciativa política, una fortaleza que ha permitido propiciarlas, desplegarlas y sostenerlas, como sucedió con la ley de medios, gestada en un largo proceso de deliberación popular por el derecho a la comunicación de la sociedad.
Ese es el secreto del blindaje cívico que hace imbatible la determinación del gobierno de honrar sus compromisos históricos, entre ellos el asumido hace apenas un año.
Publicado por Tiempo Argentino, Argentina, pág. 6, el 24 de octubre de 2012
