EL ENEMIGO PRINCIPAL

Del diario "El Tribuno"
Salta, sabado 29 de septiembre de 2007

EL ENEMIGO PRINCIPAL
Por Marcelo O´Connor

El gobierno nacional ha adoptado una táctica para la campaña electoral: eligió para confrontar a la Coalición Cívica de Elisa Carrió. Eso molesta, con razón, a Lavagna, porque aunque sea probable que su candidatura, por mayor estructura partidaria, tenga más votos, publicitariamente lo deja en un segundo plano. Es que para el oficialismo es más fácil polemizar con la Carrió, que ofrece más superficie (dicho sin ironía) para la crítica. Pero también porque es el programa de esa Coalición, de ropaje progresista pero corazón neoliberal, el más contrapuesto a su política. No por el discurso moralista, sino en lo económico. En cambio, Lavagna fue el iniciador y hasta creador de la actual política económica; así que sus diferencias son mas bien operativas.

Alfonso de Prat Gay, que en catalán quiere decir “pradera alegre” (habrá otros Prat que no son Gay), Presidente del Banco Central en épocas de Duhalde, ha sido proclamado ministro de Economía para una eventual presidencia de la Carrió. Al respecto diagnosticó: “Hay que moderar la demanda porque no es posible sostener esta fantasía de crecer al 9% anual. Mas vale crecer al 6% pero con una inflación más baja y no como la actual, que supera el 20%”. El concepto ideológico de esta declaración es que el aumento de la demanda es nocivo y que el consumo provoca inflación. La solución es, entonces, disminuir el consumo. ¿Cómo? Reduciendo los salarios y aumentando las tasas de interés, que de paso salva el negocio financiero de las inversiones a corto plazo con altas tasas. También disminuyendo el circulante de dinero en plaza y el gasto público. En el gasto público entran las obras públicas, el aumento a los jubilados, las escuelas y la investigación científica.

Este programa se completa con una abstención del Estado de intervenir para limitar el traslado hacia adentro de los precios del mercado internacional. La carne y el trigo, a precios internacionales. Los productores ganan más y los argentinos comen menos. También bajar el tipo de cambio para abaratar las importaciones.

Esta es la ortodoxa teoría monetarista aplicada por Martínez de Hoz y sus “Chicago boys”, por Cavallo y, fugazmente, por López Murphy. No fue casual el acercamiento de este último con Carrió, frustrado únicamente por razones de cartel. Los argentinos tienen experiencia en este tema. Saben que estas teorías traen recesión con caída del salario real y que la “inflación moderada” se consigue al precio del desempleo y la indigencia.

Es cierto, el gobierno ha hecho todo lo contrario. Se creció al 8% (como China), el gasto público aumentó un 55%, los salarios un 23% y la liquidez monetaria un 24%. Se puede criticar la baja calidad institucional, la corrupción, la inseguridad y la inequitativa distribución de la riqueza, pero no por ello hay que volver al desguace de la industria, la importación de chucherías y la exclusión social.

La prédica neoliberal, nostálgica del “déme dos” y las “relaciones carnales”, en crudo como López Murphy o disfrazadas como Carrió, no parecen tener apoyo popular. De catorce elecciones provinciales realizadas hasta ahora, el kichnerismo ganó siete, los radicales K dos y la oposición cinco. Y en esta última hay que distinguir matices, ya que no es lo mismo Macri que Binner, por ejemplo.

En las diez provincias que quedan para elegir gobernantes, simultáneamente con las presidenciales, el oficialismo gana todas. El “New York Times”, que se presume que es más serio que nuestros semanarios locales para manejar encuestas, dice que Cristina saca 25 puntos de ventaja.

No se trata de hacer seguidismo, pero esta vez sí, “por algo será”. Es que los argentinos mascan vidrio, pero ya no lo tragan.