Alicia y Cristina
Por Oscar R. González*
Cuando Cristina Fernández de Kirchner decidió abrir un espacio especial en la Casa Rosada dedicado a la mujer argentina para anunciar desde allí muchas –y quizás las más relevantes- determinaciones de su gobierno, no dudó en ubicar en un lugar de privilegio, muy cerca de la imagen de Eva Perón y del registro fotográfico de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, el retrato de Alicia Moreau de Justo, de cuya muerte se cumplen 25 años.
Hija de dos combatientes de la Comuna de París de 1871 que debieron exiliarse en Inglaterra, donde ella nació, ese ancestro quizás fue esencial para dotarla de una personalidad vigorosa y, extraño para una mujer de la época, independiente.
Tal despliegue de autonomía personal la llevó a encarar una carrera universitaria absolutamente atípica para las damas de entonces, la medicina; a ponerse al frente de la lucha en demanda de los derechos de la mujer; a encargarse de campañas tendientes a promover las medidas higiénicas y el desarrollo educativo entre los trabajadores y, como si todo lo anterior no alcanzara, a integrarse al Partido Socialista.
Aferrada a esas banderas –feminista, librepensadora, socialista- fue protagonista de la política argentina durante todo el siglo XX y en ese largo decurso, con luces y sombras, tuvo momentos de exaltación y reconocimiento popular y de desencanto y soledad. Vivió ambos estados del ánimo con idéntica sobriedad de carácter, impasible a las lisonjas de sus seguidores y a la diatriba de sus adversarios ocasionales.
Firme en sus convicciones, apegada siempre a un racionalismo que la mantuvo distante de ciertas emotividades que atraviesan el mundo de la política, sus últimos años dieron cuenta de una conmovedora transformación: a los 90 años, en 1975, se integró al grupo fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y, tras el golpe militar, una tarde de jueves empuñó su bastón, salió de su casa de Caballito, se trepó al subte y apareció en Plaza de Mayo para sumarse al reclamo de las Madres por sus hijos desaparecidos.
Esa última imagen es la que mejor sintetiza la vida y el ejemplo de esta eminente ciudadana y la que de por si justifica ese lugar tan especial que la Presidenta dispuso para ella en el Salón de las Mujeres de la Casa de Gobierno.
* Dirigente socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
Publicado por la agencia de noticias Télam, el 12 de mayo de 2011.
Por Oscar R. González*
Cuando Cristina Fernández de Kirchner decidió abrir un espacio especial en la Casa Rosada dedicado a la mujer argentina para anunciar desde allí muchas –y quizás las más relevantes- determinaciones de su gobierno, no dudó en ubicar en un lugar de privilegio, muy cerca de la imagen de Eva Perón y del registro fotográfico de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, el retrato de Alicia Moreau de Justo, de cuya muerte se cumplen 25 años.
Hija de dos combatientes de la Comuna de París de 1871 que debieron exiliarse en Inglaterra, donde ella nació, ese ancestro quizás fue esencial para dotarla de una personalidad vigorosa y, extraño para una mujer de la época, independiente.
Tal despliegue de autonomía personal la llevó a encarar una carrera universitaria absolutamente atípica para las damas de entonces, la medicina; a ponerse al frente de la lucha en demanda de los derechos de la mujer; a encargarse de campañas tendientes a promover las medidas higiénicas y el desarrollo educativo entre los trabajadores y, como si todo lo anterior no alcanzara, a integrarse al Partido Socialista.
Aferrada a esas banderas –feminista, librepensadora, socialista- fue protagonista de la política argentina durante todo el siglo XX y en ese largo decurso, con luces y sombras, tuvo momentos de exaltación y reconocimiento popular y de desencanto y soledad. Vivió ambos estados del ánimo con idéntica sobriedad de carácter, impasible a las lisonjas de sus seguidores y a la diatriba de sus adversarios ocasionales.
Firme en sus convicciones, apegada siempre a un racionalismo que la mantuvo distante de ciertas emotividades que atraviesan el mundo de la política, sus últimos años dieron cuenta de una conmovedora transformación: a los 90 años, en 1975, se integró al grupo fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y, tras el golpe militar, una tarde de jueves empuñó su bastón, salió de su casa de Caballito, se trepó al subte y apareció en Plaza de Mayo para sumarse al reclamo de las Madres por sus hijos desaparecidos.
Esa última imagen es la que mejor sintetiza la vida y el ejemplo de esta eminente ciudadana y la que de por si justifica ese lugar tan especial que la Presidenta dispuso para ella en el Salón de las Mujeres de la Casa de Gobierno.
* Dirigente socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
Publicado por la agencia de noticias Télam, el 12 de mayo de 2011.