DESVENTURAS DEL HONOR
Publicado en "El Tribuno", Salta, 19 de agosto de 2007
Por Marcelo O´Connor
Un rasgo del mesianismo es sentirse único dueño de la verdad y erigirse en fiscal inapelable. Esa es la característica prominente de Elisa María Avelina Carrió, conocida como Lilita y candidata a presidente. Ella y el contubernio que ha formado son denunciantes compulsivos. Por supuesto que en estos tiempos hay sobrados motivos de sospechas, pero las imputaciones deben ser responsables. Esa mesura, si no surge de la propia prudencia, la impone el Código Penal al proteger jurídicamente un bien que es el honor de las personas. Y no es una cuestión baladí. Los delitos de calumnias e injurias tienen tanta entidad como otras figuras y tratan de poner límites para que cualquiera, así sea político o la prensa, no diga lo que se le ocurra de otro. Si alguien toma como método la indiscriminada acusación, es lógico que, aparte de algunos papelones, tenga que responder judicialmente por sus audacias.
Eso es lo que sucedió con Carrió: acusó a un empresario por homicidio, tráfico de drogas y lavado de dinero. Nada menos y al parecer sin pruebas. No importa cual será el fallo; como sea el juicio ha servido para publicitar su escuálida campaña electoral. Rápidamente, la victimaria de esta concreta acusación se ha colocado como víctima. Primero lo deja al juez, que solo ha fijado audiencia porque los plazos así lo indican, como un servil del poder de turno. Una conspiración, como la que excluyó a Nina Peloso del concurso de baile "por intervención del gobierno y de la Cia". A estos les va mal en Irak por distraerse en estos temas menores.
"Iré presa por decir la verdad" y voltearán su candidatura. La verdad tiene que decirla, con las debidas garantías (como todos), en el juzgado y no va a ir presa, así la condenen y nada impedirá su participación electoral. Todo esto ella lo sabe mejor que nadie, pero es más redituable presentarse como perseguida. Conducta imitada por todos los reos de este tipo de delitos. Algo así como si los violadores alegaran que son sus víctimas quienes atentaron contra su honestidad.
El caso de esta señora es paradigmático del falso progresismo. Luego de sus comienzos radicales, su ruptura que la erigió en paladín del centro izquierda y un período de misticismo, se reconcilió con sus orígenes, el champú, los perfumes y el maquillaje. Cambió de amistades políticas y su Coalición Cívica la integró con "gente como uno": Enrique Olivera, iniciado en el Sindicato Universitario de Derecho, rama estudiantil de Tacuara, luego alumno en Harvard, asesor de Fiat y Banco Francés y ladero de De la Rúa; Teresa de Anchorena, Secretaria de Cultura de De la Rúa; Patricia Bullrich Luro Pueyrredón; Alfredo Prat Gay (su eventual ministro de economía), Presidente del Banco Central con Duhalde, asesor de J.P. Morgan en Nueva York entre 1994 y 2001; María Eugenia Estenssoro, ex Acción para la República de Cavallo y ex Recrear; Sergio Kovadloff, filósofo "progre" que apoyó a López Murphy; el rabino Sergio Bergman, de la nueva derecha confesional; y con la bendición conjunta de Joaquín Morales Solá, Mariano Grondona, "La Nación" y el propio Cardenal Bergoglio, formado religiosamente con los jesuitas y políticamente en Guardia de Hierro. De relleno, unos desorientados socialistas.
Un largo camino, muchacha, para terminar donde se empezó. Una reina de los estudiantes, devaluada por la inflación.
domingo, 19 de agosto de 2007
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