Por Humberto Zambon y Osvaldo Pellín
(Publicado en “Río Negro”, 18-9-08)
La clasificación y la consiguiente utilización de rótulos puede ser una simplificación útil y necesaria para entender realidades complejas pero, en el plano político, muchas veces sirve como arma ideológica más que como herramienta para la comprensión. Y eso parece ocurrir con la utilización de los términos “socialistas K” o “gorilas” con que se denominan recíprocamente –con intención descalificadora- los sectores que actualmente debaten posiciones en el socialismo argentino.
Cabe señalar que los debates y discusiones ideológicas en un partido político es una cosa buena, porque demuestra que se trata de un organismo vivo y en expansión, ya que –como enseñaba Hegel- el crecimiento es siempre la oposición de contrarios. También, en la presente situación, es conveniente reconocer que, sobre una concepción doctrinaria común, existen diferentes interpretaciones del momento histórico actual y de cual debería ser el posisionamiento partidario para ser coherente con esas ideas.
Para el sector, el que Juan José Tealdi[1] llama “K” (y califica de “ex socialistas”), América Latina está viviendo momentos especiales que pueden marcar una nueva época histórica de integración continental: Ecuador, Bolivia, Venezuela, Paraguay, Brasil, Uruguay, Chile y Argentina –cada uno con sus propias características- está buscando una salida a la subordinación económica y política que ha implicado el neoliberalismo en el proceso de globalización mundial y –lo que es muy importante- dentro de una visión que prioriza los intereses comunes. Eso, con la oposición y resistencia de las fuerzas dominantes mundiales y de sus representantes y socios locales.
En Argentina, el sector justicialista en el poder no es socialista. Por el contrario, se ha manifestado por un capitalismo nacional independiente e integrado a Latinoamérica. Si esto es o no posible es otra discusión que teóricamente no está cerrada. Pero sí parece ser la opción más progresista que el equilibrio de fuerzas políticas hoy permite: la otra opción sería la subordinación a la política imperial y la restauración conservadora, con la vuelta a la experiencia nefasta de la política económica aplicada por los gobiernos de Menem-De La Rúa.
Este gobierno presenta fallas y comete errores que es preciso señalar y denunciar. Pero tiene muchos aciertos que habría que profundizar y apoyar. Por eso la estrategia de oposición constructiva o apoyo crítico, que en el fondo significan lo mismo. Y no la oposición por la oposición misma, como parece ser la táctica del sector que pondera Tealdi. Máxime en momentos en que la derecha se unifica tras el reclamo de los sectores patronales del agro y amenaza con una nueva “Unión Democrática” como en los años del “Braden o Perón”. Creemos que el socialismo debería estar siempre con los intereses populares y nunca al lado de la Sociedad Rural.
Tealdi en su artículo pretende hacer una breve y sesgada historia del Partido Socialista. Pero omite decir que siempre hubo corrientes distintas y enfrentamientos ideológicos. Por ejemplo, hubiera sido interesante que recordara que en el Congreso de Bahía Blanca de 1921 hubo una corriente “tercerista” que propuso la adhesión del Partido a la 3ª Internacional, posición minoritaria que defendieron, entre otros, Alicia Moreau (que años después sería la segunda esposa de Juan B. Justo) y el senador del Valle Iberlucea. Algunos terceristas abandonaron el socialismo para conformar el Partido Comunista, pero muchos otros, como los nombrados, siguieron en el Partido sin que nadie hablara de expulsiones o sanciones. O al congreso partidario de 1950, en el que Julio V. González se opuso a la política antiperonista que defendía Américo Ghioldi, sosteniendo que al Partido “hay que adecuarlo a las necesidades auténticas del país y no emplearlo meramente como ala liberal de izquierda de la aglomeración antiperonista”. Y nadie pidió su expulsión.
Tealdi se siente con la capacidad suficiente para determinar quien es socialista y quien no. Se siente dueño de la verdad. Nosotros no. Simplemente estamos satisfechos de pertenecer a un Partido que “fusiona dos idearios universales como democracia y socialismo”, recordando siempre que democracia significa disensos, debates y coexistencia de concepciones distintas.
Por el contrario, pretender silenciar los disensos con intervenciones a los organismos que no coinciden con la conducción centralizada o expulsar a quienes piensan diferente no es socialista ni democrático. Se parece mucho más a las prácticas stalinistas.
[1] Nos referimos al artículo aparecido en la página 25 del Río Negro del 13-9-08 “¿Socialismo K?”
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