Página/12 -
Lunes, 8 de Septiembre de 2008 -
Mitologías /
La página de análisis de discursos /
Socialistas al palo /
El bolonqui socialista y un latiguillo para tener en cuenta: “Llegaron en un micro”. /
Por Sandra Russo /
“Llegaron en un micro”: en la contratapa del último sábado, “El tren”, quise ocuparme de cómo, de acuerdo con nuestra idea de un medio de transporte, transparentamos nuestra idea de quienes lo utilizan. En una línea, abría la idea de que el incumplimiento de horario de los aviones escandaliza, cuando a nadie escandaliza el incumplimiento de horario de los trenes.
“Llegaron en un micro”: es una frase suelta que traigo en la memoria después de haber leído la cobertura sobre el bolonqui en el Congreso del Partido Socialista. Vi las imágenes el sábado por televisión. Increíble pensar que algo así podía ocurrir entre socialistas, personas que uno se ha habituado a imaginar fumando en pipa, o hablando en tono monocorde. Nunca a los gritos. Nunca sobrepasados por las pasiones que agitan a otros sectores.
“Llegaron en un micro”: lo denunciaba un miembro del partido en referencia al arribo de Oscar González y Ariel Basteiro, junto a seguidores de Jorge Rivas. Hablaba Rubén Giustiniani, el presidente del partido, que ha cerrado filas con la oposición y que el sábado pretendió negarles el ingreso a Costa Salguero a los congresales que son afines al Gobierno. Después abundó: “Llegaron en patota”.
La asociación entre micro y patota se viene dando casi automáticamente y ya no hay casi necesidad de hablar de patota: alcanza con “denunciar” que alguna gente llegó “en micro” para connotar que no llegó de buena fue, que no llegó por convicción, que no llegó con intereses legítimos y que, en cambio, llegó arreada y pagada para aguar tal o cual fiesta cívica.
“Los palos eran de las banderas”, aclaró Basteiro, a quien cuesta, igual que a González, imaginárselo organizando a barra bravas de cualquier especie. “Eran todos afiliados”, seguía explicando Basteiro. Porque ahora hay que explicar por qué no se llega a un acto, a una convención o a una marcha en auto particular. La zancadilla de “la patota” o “el clientelismo” hace necesaria la absurda explicación de por qué miles de personas que actúan políticamente llegan juntas y en micro, y no en autos particulares, como parece ser la manera admitida y legitimada desde el poder mediático para ser un sujeto político respetable.
“Llegaron en un micro” es una frase dijo Giustiniani pero que ya la han dicho otros y otros seguirán repitiéndola, como un mantra que, a falta de otras explicaciones más precisas, operará de señuelo sospechoso. Llegar en micro es sospechoso. Si se llega en micro y con banderas, cantando y con un propósito político (apoyar a alguien, evitar algo, presionar a un sector, etc.), aunque lo que se esté haciendo es política en su forma más elemental y conocido, los nuevos discursos emergentes desde que el poder lo pelean los sectores con dinero actúan deslegitimando a esos grupos, en principio, por el modo en que se desplazan. Un absurdo, una manipulación, un sapo que conviene escupir antes de tragárselo.