Ni sumisos, ni renegados: socialistas
Oscar González
Unidad Socialista: Ex dip. nacional y sec. general del PS
Un sobrevuelo por el posicionamiento político que asumen los distintos partidos socialistas sudamericanos lleva a constatar que todos ellos, sin excepción, protagonizan y acompañan los procesos de transformación social vigentes en sus respectivos países y que tan sólo el PS argentino habita el páramo de la oposición política, confrontando sistemáticamente con un gobierno que, en definitiva, aplica la agenda de la izquierda democrática.
Ese paneo nos permite advertir que:
• El socialismo uruguayo (PSU), integrante fundacional del Frente Amplio, es protagonista importante del proceso político que hoy encabeza Pepe Mujica.
• El socialismo ecuatoriano (PSE) participa activamente de la gestión de Rafael Correa.
• El socialismo brasileño, tanto en su versión PT como PSB, lidera e integra el gobierno de Dilma Rousseff.
• El socialismo chileno (PSCh) acompañó plenamente la presidencia de Michelle Bachelet y las anteriores gestiones de la Concertación.
• El socialismo boliviano (MAS) es la columna vertebral del movimiento popular que expresa Evo Morales.
• El socialismo unificado venezolano (PSUV) es el principal destacamento político de sustentación del presidente Chávez.
• Finalmente, el socialismo peruano (PS) participa del arco político de sostén del electo presidente Ollanta Humala.
Aunque resulta arduo interpretar esta evidente contradicción entre la argumentación programática de quienes retienen la sigla del PS y su correlato práctico, el abanico de posibles respuestas podría ir desde un insoportable malestar clasista frente al sustento plebeyo de la acción oficial, hasta una simple subordinación a las prescripciones del establishment, sea por puro oportunismo o mero temor reverencial.
Estas especulaciones no son antojadizas si se consideran antecedentes ominosos como el activo apoyo brindado en el 2008 al alzamiento de los rentistas agrarios contra las retenciones, su directa participación en los piquetes destituyentes, y hasta la cesión del balcón de la casa de gobierno de Santa Fe para que los personeros del gran capital agrario denostaran públicamente al gobierno nacional.
La disfuncionalidad entre objetivos enunciados y actitudes manifiestas se evidenció también en otras oportunidades, por caso, en las votaciones negativas del bloque “socialista” al momento de recuperarse la aerolínea de bandera o al considerarse la movilidad jubilatoria; también al conjurarse con el Grupo A para el manoteo de espacios en las comisiones parlamentarias y al negarse a la aprobación del Presupuesto 2011.
Esa sumisión a la hegemonía derechista quizás explique la desnaturalización que propicia hoy una displicente cúpula partidaria al renegar de una historia centenaria que, con luces y sombras, virtudes y defectos, aportó al itinerario de la emancipación nacional y social.
Utilizar el nombre del Partido Socialista para hostigar a un gobierno que aplica en los hechos el programa de la izquierda y convertirlo en pieza menor del sombrío archipiélago opositor, no sólo es una anomalía política sino también un destino inaceptable para miles de socialistas, dentro y fuera de las estructuras partidarias. Una perspectiva inadmisible, porque tenemos un gobierno comprometido con el programa de reformas progresistas y ampliación de derechos individuales y sociales, que es la razón de ser y el signo de identidad del socialismo argentino.
Publicado por Tiempo Argentino, Argentina, pág. 2, el 21 de julio de 2011.
