martes, 5 de junio de 2007

PARA LA DISCUSION INTERNA/1




Documento producido por los compañeros Julio Fornelli y Fabián Garrido, de los centros socialistas de Lomas de Zamora y Monte Grande, respectivamente. Presentado a la discusión durante el último Consejo Provincial del PS.


Por un socialismo de mayorías para transformar la Argentina

Los latinoamericanos asistimos a un proceso sin precedentes en la historia reciente. Los partidos y organizaciones socialistas y afines han sido elegidos, con la adhesión de sectores mayoritarios de los pueblos, en la mayoría de los países de la región para encabezar procesos de cambio social cuya demanda principal se articula a la conquista de recuperar las riquezas nacionales; pleno empleo y salarios dignos; la plena defensa de los derechos humanos y la profundización de la democracia; la recuperación de la soberanía popular y estatal; la educación y la salud como derechos universales inalienables con la certeza de que dichos desafíos solo pueden alcanzarse, en un marco de una creciente globalización, por medio de una verdadera integración regional.

El lento y difícil avance en esta dirección habla de los complejos problemas en el camino de construir un modelo alternativo que siente las bases de un sistema que concretice estas aspiraciones.

Solo en tres países de Sudamérica (Colombia, Paraguay y Argentina) hasta ahora el socialismo no ha sido capaz de articular una propuesta alternativa. Todo indica que en nuestro hermano país mediterráneo la candidatura del obispo Lugo puede transformarse en una convocatoria aglutinante para las fuerzas progresistas.

En nuestro país esa responsabilidad ha sido confiada por una mayoría creciente de nuestro pueblo a una experiencia política novedosa: el kirchnerismo.

Surgido de las entrañas del peronismo post menemista, esta heterogénea identidad política ha sabido sortear las dificultades de la crisis que estalló en 2001 como consecuencia de la explosión de las políticas neoliberales que en nuestro país se impuso a sangre y fuego desde el Rodrigazo, la dictadura sanguinaria y el menemato.

El Partido Socialista viene recorriendo, en los últimos años, un camino ascendente, en el sentido que ha superado el riesgo de extinción y estancamiento marginal.

Las vísperas de un triunfo en Santa Fé que transformaran a esa provincia en el primer estado en ser gobernado por el socialismo y toda la izquierda en lo que va de nuestra historia nacional; un liderazgo político renovado con dirigentes jóvenes y reconocidos por la sociedad; un prestigio acumulado en años y una tradición honesta, son ejemplos claros que muestran una tendencia de recomposición de la identidad socialista.

Pero los socialistas no hemos sido capaces en las experiencias frentistas de las que participamos, de articular una verdadera alternativa de poder.

Insuficiencias propias considerables, graves errores de nuestros aliados cuando no viles traiciones impidieron que nuestro partido haya sido convocado por el pueblo argentino como nuestros partidos hermanos en la región para encabezar el cambio de paradigma que asiste en la región.

En Uruguay gobierna el Frente Amplio donde el Partido Socialista es la columna del gobierno del Presidente Tavaré Vazquez líder de nuestro partido. En Chile el cuarto gobierno de la Concertación para la Democracia cuenta con la segunda gestión socialista encabezada por la presidenta Michelle Bachelet. En Brasil el segundo gobierno del PT y el resto de organizaciones socialistas confirman el liderazgo del presidente Lula. En Bolivia el gobierno encabezado por Evo Morales y el Movimiento al Socialista continúa profundizando con éxito las reformas constitucionales. El Perú es el turno del APRA que llevó a la presidencia nuevamente a Alan García. En Ecuador El flamante presidente socialista Rafael Correa cuenta al partido socialista como su principal aliado. El Venezuela el presidente Hugo Chávez sigue al frente de una original y exitosa experiencia de construcción del Socialismo del Siglo XXI.

A este panorama hay que agregarle el reciente triunfo sandinista en la hermana república de Nicaragua.

Los éxitos fundamentalmente económicos del kirchnerismo, pero también logros en los derechos humanos, en la transparencia de la justicia, en la revalorización de los salarios y jubilaciones y en la política internacional parecieran indicar que se consolida una transición del neoliberalismo hacia un neodesarrollismo que aún se expresa con insuficiente claridad nos encuentra a los socialistas en una posición expectante pues creemos se abren posibilidades de que podamos protagonizar el cambio social en este marco regional favorable.

El valor simbólico que hoy ostentamos y el reconocimiento como organización ética y seria indican que nuestras futuras decisiones pueden orbitar fuertemente en la dirección de este proceso.

De la primera línea de gobierno han surgido varias iniciativas para sumar al socialismo a esta experiencia de gobierno. En nuestra dirigencia ha tenido distintas recepciones, con dos tendencias. Unos que se oponen rotundamente cuya máxima consigna es: “Ni Kirchner ni Lavagna”, otra posición es aquella que abre la posibilidad con matices y distintos tiempos de encarar una seria y profunda política de relacionamiento.

El socialismo se encuentra en una disyuntiva que tiene que saber conjugar.

No ha sabido aprovechar otras oportunidades históricas lo que nos acarreó situaciones dificilísimas de resolver. Algunos de estos errores los hemos pagado demasiado caro. Como el de condenarnos por lardo tiempo al ostracismo político, al punto de, en momentos no muy lejanos, ser otras las fuerzas que representaban las aspiraciones por la construcción del socialismo.

En ese marco regional inédito, el dilema de los socialistas argentinos es, por un lado, si asumimos la responsabilidad de nuestra marginación política histórica y analizamos los propios errores que causaron dicha situación sin justificaciones externas; y por el otro como valoramos esta experiencia política que encabezada por el kirchnerismo predomina hoy en la conducción del estado nacional y cuenta con un gran consenso social. Es allí donde los socialistas vislumbramos la consitución del sujeto social de cambio en donde esta experiencia cuente con los mayores niveles de adhesión. Igual ha sucedido en 1945.

En cuanto a lo primero ya es hora (bastante tarde por cierto en relación a la sincronía regional, pero también en relación a la diacronía histórica nacional) de que irrumpamos como fuerza popular, dispuestos a transformarnos en una fuerza influyente políticamente y traccionante socialmente.

Esta determinación histórica amerita una serie de decisiones de posicionamiento político, de actitud política, que priorice la tensión de la disputa de poder en el primer plano del escenario político, es decir en el orden y en las temáticas que hoy y aquí, las fuerzas atribuidas de poder dirimen sus intereses, se colisionan, confrontan y realinean. Hasta aquí, el socialismo se ha mantenido en un segundo plano, más confortable por cierto. Aquel que garantiza un interés por los escenarios parlamentarios.

Pero se trata de si estamos dispuestos, dadas las condiciones, de participar en la escena nacional, con acciones positivas y propuestas serias, que tengan la suficiente fuerza que puedan ser receptadas por amplios sectores de la sociedad y que ubiquen la práctica socialista en el debate y al interior de esas relaciones de poder en nuestra sociedad, de manera que nuestro protagonismo influya es las determinaciones construidas en su interior.

Si decidimos mantenernos es un segundo plano, podemos aspirara al largo plazo. A la generación de otras condiciones políticas más fáciles para nuestra doctrina, derivadas de la fortuna o debacle de las fuerzas que hoy confrontan políticas y propuestas. Es decir esperar en un segundo plano a que el escenario que otros configuran, nos llame como reserva moral, como relevo político a llenar un vacío dejado por la crisis del proceso en curso.

Esta actitud pasiva nos puede hacer creer, ya nos ha pasado en la historia, por la preponderancia de nuestra carga doctrinaria, que en la política existe una mano invisible que en algún momento nos tocará para asignarnos la tarea histórica.

Pero la realidad casi nunca premia con estas redenciones.

La otra cara de nuestro dilema actual, tan actual que requiere de reflexiones agudas, pero de reacciones claras y contundentes, es la correcta interpretación del proceso político actual. Sin más: nuestra valoración de la experiencia kirchnerista y directamente: la actitud a asumir en relación a lo antes expuesto.

Si estuvimos dispuestos a acompañar a la Alianza y el liderazgo de De La Rúa (dirigente histórico de la derecha radical), si muchos compañeros del partido, en el primer nivel de la dirigencia nacional acompañaron dicha experiencia que terminó como sabemos trágicamente, traicionando la confianza y el mandato popular de cambio, hasta límites difíciles de tolerar desde la mas moderada posición reformista como han sido los proyectos de reforma laboral y superpoderes, como podemos negarnos a debatir positivamente la forma y el nivel de relacionamiento con esta experiencia progresista.

O sea, como no pueden hacerse cargo los compañeros de la profunda responsabilidad que les ha cabido en la participación (hasta su caída) del gobierno de De La Rúa que traicioneramente profundizó las políticas neoliberales, negándose hoy a abrir el debate en el partido con respecto a nuestra relación con este gobierno que ha marcado un corte, que tendremos que valorar, con respecto a ese modelo.

Esta es una experiencia que tiene serias dificultades para avanzar en planes de desarrollo claramente determinados. A saber: No tiene un plan de desarrollo industrial que sienta bases de un perfil, especialización y diseño de políticas tecnológicas e industriales; no ha encarado una reforma del estado y del sistema representativo como necesita el país para jerarquizar el sistema democrático; un modelo de redistribución del ingreso que garantice, por derecho, la inclusión social; una reforma del sistema financiero que direccione el crédito público hacia sectores productivos, entre otras carencias.

Pero a tenido una serie de logros y avances en el corto plazo que permiten sentar bases para avanzar en un sentido positivo que ha instalado un escenario donde la sociedad esta debatiendo estos dilemas muchos de los cuales son impulsados por el propio gobierno a partir del cambio del paradigma neoliberal.

Algunos de estos logros han sido: por primera vez en largas décadas la república cuenta con una Cortefr justicia independiente y con elementos de pensamiento progresista; la ruptura con la teoría de los dos demonios y el avance de la justicia contra el terrorismo de estado; la recuperación de la soberanía estatal en el manejo de recursos y empresas de servicios; el incentivo a los acuerdos gremiales y la suba de salarios y jubilaciones con la revalorización de los convenios colectivos; la puesta en marcha de un plan federal de viviendas; el manejo de la economía desde el fortalecimiento de herramientas macroeconómicas que instalan el debate sobre la importancia de la economía Keynesiana y de la economía política; la política internacional de independencia y de unidad regional; el superávit fiscal y el crecimiento de las reservas a niveles históricos; el desendeudamiento y la firmeza ante sectores de poder en cuanto a la disputa de los ingresos y la renta; la creciente gravación a los altos ingresos agropecuarios; la nueva ley de educación industrial; las medidas para contener la inflación y la especulación de precios; las diversas medidas en defensa de los derechos humanos; la actitud concertacionista y la convocatoria a sectores políticos progresistas no peronistas; la desactivación del monopolio de las jubilaciones privadas; la reactivación de las PYMES y las economía regionales; y fundamentalmente los niveles positivos en los índices de desocupación, pobreza e indigencia.

Estas y otras medidas, con mayor o menor eficiencia podemos catalogarlas como marcadamente insuficientes en la perspectiva de un programa socialista de largo plazo, de insuficientes en el marco de un programa de desarrollo aplicado desde hace décadas, pero adquieren una gran relevancia en la argentina que hace tan solo cuatro años estaba sumergida en el caos ante el fracaso del modelo neoliberal.

En 1945 si bien podríamos haber coincidido con muchas políticas implantadas por el incipiente fenómeno peronista el panorama internacional y la situación institucional interna del país tornaban muy compleja una decisión de relacionamiento con este fenómeno. Pero la situación de hoy es menos compleja para el socialismo que entonces, pues no gobierna un militar surgido de un ejército fascistoide y por ende el actual gobierno no se hizo del poder como resultado de un golpe de estado; esta experiencia no tiene relaciones de dependencia con sectores del capital especulativo ni la alta burguesía; no tiene vínculos condicionantes con la cúpula de la iglesia; ni alineamientos internacionales con estados u organizaciones reaccionarias; mas bien lo contrario. Es esta gestión la que impulsa fuertemente la condena y la justicia para con los militares y civiles involucrados en el terrorismo de estado; no existen condicionamientos a la libre expresión ni escollos para ola acción política libre; ha dado señales de no dejarse presionar por los sectores económicos de la vieja oligarquía, ha mantenido una absoluta independencia e incluso crítica con los sectores más retrógrados de la iglesia y en el plano internacional ha dado sobradas muestras de soberanía y protagonismo con sectores afines al socialismo.

Una actitud errónea de la izquierda es la férrea oposición a procesos políticos que mejoran la situación social pero no desde perspectivas o identidad socialista, lo que en general nos lleva a distanciarnos de la atención de la sociedad.

En cambio partidos como el socialismo chileno han comprendido las posibilidades históricas que una relación activa con estos sectores puede significar para el crecimiento propio y para el progreso de la sociedad. No otra cosa han sido su participación en la revolución del 30, los frentes populares del 40, la unidad popular del 70 y la actual concertación de partidos progresistas.

Los socialistas argentinos nos hemos negado a participar, con la independencia de criterio que nos caracteriza, de los momentos en que el país atravezó períodos de alza social u oportunidad de cambio.

Hoy tenemos la posibilidad de participar de un proceso de cambio con la independencia de criterio que siempre nos caracterizó. Una cerrada oposición nos quita visibilidad. Salvo en Santa Fe donde nuestro crecimiento es a través de la gestión, a nivel nacional no logramos mayor incidencia.

Debemos ser mas realistas, mas prácticos de lo que hemos sido, tener estrategias más inteligentes.

En la argentina de hoy, ¿Cuáles son esas fuerzas concretas, cuales sus acciones y dirigentes con los que podemos concertar. No los que desearíamos en hipótesis imaginadas, sino los actores existentes hoy y cuales de ellos permiten mayores posibilidades para que el socialismo puede poner en práctica su propuesta, su compromiso y acción con las grandes mayorías populares.

Esta es la cuestión central, No paralizarnos ante las contradicciones y dificultades que siempre existirán.

Si los socialistas imponemos como principal las condiciones ideales para participar de los cambios no se hubieran producido en el mundo riquísimos procesos de transformación social como son las experiencias de Allende y la Concertación actual en Chile, el Frente Amplio de Uruguay, el PT de brasil, el MAS de Bolivia, la Revolución Bolivariana en Venezuela, entre otras de latinoamérica. O también experiencias con un alto grado de realización como las del socialismo en Suecia, Francia y España.

Ante este dilema nos encontramos los socialistas hoy. O decidimos mantenernos en un cómodo segundo plano o avanzamos en un compromiso mayor de relacionarnos con la fuerza nacional que nos convoca y es el actor principal de este incipiente cambio que vive Argentina..

Recordemos a un gran socialista y uno de los intelectuales mas importantes del país, José Luis Romero: “La vida histórica no se alimenta de retornos sino de creaciones. Hay que crear ideas, soluciones, proyectos. Crear algo que arraigue en la experiencia de hoy y que se proyecte hacia el futuro. Crear una política liberada de los fantasmas, de las reivindicaciones, de las nostalgias; apegada a las situaciones reales y despegada en una proyección prudente y audaz. Pero hay que asumir el proceso de cambio y partir de la instancia en que se encuentra.”

Julio C. D. Fornelli / Fabián Garrido

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