¿HA LLEGADO EL MESIAS?
(Publicado por el diario El Tribuno de Salta, edición del 1 de julio de 2007)
por Marcelo O´Connor
¿Habrá llegado el Mesías? No es que se haya repetido el milagro cristiano. Tampoco que se haya cumplido el milenario sueño hebreo. Pasó por Salta, cual jinete del Apocalipsis, Elisa María Avelina Carrió, conocida como Lilita, nacida el 26 de enero de 1957 en Resistencia, Chaco, casada y divorciada dos veces, devota de la Virgen Desatanudos y abogada recibida en la Universidad Nacional del Noreste. Vino a salvarnos de la corrupción generalizada, mediante la conformación de una coalición cívica en las que sus integrantes pueden pensar como quieran, siempre que auspicien su candidatura presidencial. Su único punto programático conocido es la permanente denuncia. Cuando en esta se agotan las consideraciones desde la moral, sin proponer otros cambios, se convierte en moralina. Fernando A. Iglesias ("¿Qué significa hoy ser de izquierda?") define tal posición: "El fundamentalismo cuasi religioso del "Partido de la indignación moral" no es la avanzada de la izquierda sino un patético furgón de cola atado a la sotana de Su Santidad de Roma". Es más, la crítica nihilista e indiscriminada a la política y sus protagonistas ("todos los gobernantes son ladrones, todos los políticos son corruptos"), siempre sirvió históricamente, no para la redención de la democracia, sino para allanar el camino a "salvadores de la patria", desde Hitler a dictadores militares latinoamericanos, finalmente igual de corruptos y hoy afortunadamente en retirada, pero no desaparecidos. ¿Cuál es el largo camino recorrido por esta muchacha para llegar a consagrarse misionera de la decencia pública? Recibida muy joven de abogada, el 7 de febrero de 1978 el Interventor Militar (Gobernador) del Chaco, el general de brigada Antonio Serrano, salteño, por Decreto Provincial Nº 72 la nombró asesora de la Fiscalía de Estado, jurando por las actas del Proceso de Reorganización Nacional. El 21 de agosto de 1980, por Resolución Nº 522 del Superior Tribunal de Justicia fue designada Secretaria de la Procuración de dicho Tribunal, con jerarquía de Juez de Cámara y luego fue ascendida el 25 de octubre de 1982. Es decir, cuando se echaba a los jueces constitucionales, ella los remplazaba. Alguna vez se justificó: "Es cierto que trabajé en la Justicia durante la Dictadura, pero solo tenía 22 años y debí darme cuenta". Claro, si estuviera en Salta diría "¡No m´hi dao cuenta!" y se acogía al Fuero Provincial del Opa. Con ese argumento, los jóvenes oficiales de la Fuerzas Armadas, más o menos de esa edad, también quedarían exentos de responsabilidad por los llamados excesos de la "guerra sucia". Por relaciones familiares, el radicalismo y Alfonsín le regalaron una banca. Pagó con la traición, rompiendo el bloque. Con Alfredo Bravo y los socialistas democráticos, armaron una alianza parlamentaria que fue el origen del ARI, a la que traicionó para constituirla en partido propio y personalista. Perdió paulatinamente partidarios: Graciela Ocaña, por ejemplo, pasó de elogiada Hormiguita a infame traidora. Fue y vino de la banca a capricho y protagonizó algunos papelones de denuncias sin pruebas. En un ataque místico, con portación de enormes cruces y adoración de imágenes milagrosas, dijo haberse convertido a la religión. Las conversiones, en uno u otro sentido, a edad madura y cuando no son razonadas filosóficamente a nivel de un Chesterton o Papini, suelen ser signos de perturbaciones psíquicas. Por alguna ignota razón ese arrebato y éxtasis piadoso lo acompañó con el desaliño de su persona, de cual parece estar de vuelta. Si bien no abandonó la comunión diaria, regresó a la vestimenta normal y hasta elegante, renunciando a la exhibición exagerada de escapularios y medallas. Dejando la duda sobre si se trató de una pose, lo cierto es que el cambio en lo físico implicó otra actitud política. De los coqueteos con la izquierda pasó a un desideologizado contubernio de centro derecha. Hizo intervenir al ARI de la Capital, su sección más fuerte, porque no la acompañó en su pacto con Telerman, en el que impuso a Enrique Olivera, lugarteniente de De la Rúa y renunció a la afiliación partidaria para desacatar cualquier posible imposición orgánica. Fabiana Rios, electa por sus propios méritos gobernadora de Tierra del Fuego, le pidió que no perturbara la campaña electoral con una visita inoportuna a la provincia. Integró a la conjunción política en ciernes a Patricia Bullrich, quien merece un párrafo aparte dedicado a su también largo camino. En los ochenta era una jovencita rebelde de campera negra y nada de maquillaje, que dirigía los restos de la "gloriosa Jotapé". Con el tiempo, acordándose de que su nombre completo es Patricia Bullrich Luro Pueyrredón, cambió de "look", dejó atrás sus juveniles pecados izquierdosos y terminó de ministra de Trabajo de De la Rúa, caracterizada por una militante hostilidad al movimiento sindical. El Partido Socialista, o más bien su actual conducción, olvidando su tradicional laicismo, sus ideas y alguna dura polémica sobre el aborto, impuso el apoyo a la candidatura de Carrió en un Congreso partidario de dudosa representatividad y ausencias notorias. En las elecciones de octubre esta endeble construcción política obtendrá un cómodo cuarto lugar. Y es posible que su mentora siga la senda del olvido, ya transitado por Bordón, la Fernández Meijide y Chacho Alvarez, fugaces personajes que creyeron que en política el atajo es el camino más corto. La Carrió podrá ir, en eso tiene la virtud de la imprevisibilidad, al convento o a "Bailando por un sueño" En política los santones son peligrosos. Pero cuando los Evangelios y los Mesías son apócrifos, las cosechas son pobres porque la siembra lo ha sido. Y el olor a santidad a veces sólo es olor a fritanga.•
lunes, 2 de julio de 2007
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