Más derechos, por igualdad
Por Jorge Rivas *
En los primeros diez años del siglo, casi una decena de países en todo el mundo ha transformado en ley el derecho al matrimonio de las parejas integradas por personas del mismo sexo. El primero de ellos fue Holanda, precisamente en 2001. La Cámara de Senadores debe decidir ahora si la Argentina se incorpora a ese grupo de países que ha ampliado el marco de los derechos que garantiza a sus ciudadanos, o si se repliega al de los que prefieren mantener las legislaciones tradicionales, con toda su carga de discriminación y de prejuicio.
Si logran imponerse los que han optado por restringir los derechos, y conservar por lo tanto la institución matrimonial como privilegio exclusivo de las parejas heterosexuales, la igualdad ante la ley habrá retrocedido un casillero. Los activistas de este bando, como se sabe, actúan desde convicciones confesionales a las que pretenden dar valor universal, o desde concepciones arcaicas de la familia, o desde el mero prejuicio. En cualquier caso, deberían saber que su éxito -además de causar dolor y desaliento a los damnificados- no hará más que retrasar temporariamente la sanción de un derecho que seguramente va a extenderse a todo el mundo en los próximos años.
Ello es así porque lo que ha sucedido es que en las sociedades contemporáneas se ha hecho visible con absoluta nitidez una necesidad: la de miles de hombres y mujeres cuyas uniones carecen de la protección legal de la que disfrutan otras, y que padecen la frustración de no poder adoptar y criar a sus propios hijos. Y nuestras sociedades perciben también que, parafraseando a Eva Perón, allí donde hay una necesidad nace un derecho.
Ha sucedido antes, con otras reformas que fueron duramente resistidas por sectores sociales análogos a los que se resisten a ésta. Hoy resultaría difícil imaginar a quien no los conociera de antemano, por ejemplo, los argumentos que se oponían a la enseñanza laica o al divorcio vincular. Es que han sido barridos por la historia: el mismo destino que aguarda a los que se esgrimen contra la reforma del matrimonio.
Si los senadores, en cambio, aprueban el proyecto que ya tiene la media sanción de Diputados, no sólo habrán hecho justicia, sino que habrán contribuido a que nuestro país se ubique con firmeza entre los que impulsan la extensión de los derechos, no su restricción. Los rebeldes checos que lideraron en 1968 el proceso de reformas que se conoce como la Primavera de Praga, y que se proclamaban socialistas y democráticos, soñaban con una sociedad que asegurara a sus miembros "más derechos que los que ha tenido cualquier otra sociedad en la historia". Una historia que cada tanto ofrece una oportunidad para ponerse en ese camino. Esta es una de ellas. (Página 12)
* Diputado nacional, dirigente del Partido Socialista.
Por Jorge Rivas *
En los primeros diez años del siglo, casi una decena de países en todo el mundo ha transformado en ley el derecho al matrimonio de las parejas integradas por personas del mismo sexo. El primero de ellos fue Holanda, precisamente en 2001. La Cámara de Senadores debe decidir ahora si la Argentina se incorpora a ese grupo de países que ha ampliado el marco de los derechos que garantiza a sus ciudadanos, o si se repliega al de los que prefieren mantener las legislaciones tradicionales, con toda su carga de discriminación y de prejuicio.
Si logran imponerse los que han optado por restringir los derechos, y conservar por lo tanto la institución matrimonial como privilegio exclusivo de las parejas heterosexuales, la igualdad ante la ley habrá retrocedido un casillero. Los activistas de este bando, como se sabe, actúan desde convicciones confesionales a las que pretenden dar valor universal, o desde concepciones arcaicas de la familia, o desde el mero prejuicio. En cualquier caso, deberían saber que su éxito -además de causar dolor y desaliento a los damnificados- no hará más que retrasar temporariamente la sanción de un derecho que seguramente va a extenderse a todo el mundo en los próximos años.
Ello es así porque lo que ha sucedido es que en las sociedades contemporáneas se ha hecho visible con absoluta nitidez una necesidad: la de miles de hombres y mujeres cuyas uniones carecen de la protección legal de la que disfrutan otras, y que padecen la frustración de no poder adoptar y criar a sus propios hijos. Y nuestras sociedades perciben también que, parafraseando a Eva Perón, allí donde hay una necesidad nace un derecho.
Ha sucedido antes, con otras reformas que fueron duramente resistidas por sectores sociales análogos a los que se resisten a ésta. Hoy resultaría difícil imaginar a quien no los conociera de antemano, por ejemplo, los argumentos que se oponían a la enseñanza laica o al divorcio vincular. Es que han sido barridos por la historia: el mismo destino que aguarda a los que se esgrimen contra la reforma del matrimonio.
Si los senadores, en cambio, aprueban el proyecto que ya tiene la media sanción de Diputados, no sólo habrán hecho justicia, sino que habrán contribuido a que nuestro país se ubique con firmeza entre los que impulsan la extensión de los derechos, no su restricción. Los rebeldes checos que lideraron en 1968 el proceso de reformas que se conoce como la Primavera de Praga, y que se proclamaban socialistas y democráticos, soñaban con una sociedad que asegurara a sus miembros "más derechos que los que ha tenido cualquier otra sociedad en la historia". Una historia que cada tanto ofrece una oportunidad para ponerse en ese camino. Esta es una de ellas. (Página 12)
* Diputado nacional, dirigente del Partido Socialista.