Reportaje abierto a la jueza de la Corte Carmen Argibay, para hablar sobre cuestiones de género
“Sacar los crucifijos de Tribunales”
Página 12
Sometida a preguntas de dos periodistas, Argibay se explayó sobre las razones por las que es necesaria una ley de aborto, acerca de la trata en el negocio de la prostitución y de la influencia de la Iglesia en Tribunales.
La jueza Carmen Argibay cerró el V Encuentro Nacional de Periodistas de Argentina en Red (PAR).La sociedad está dispuesta a debatir la despenalización del aborto. El temor es de los políticos, sobre todo de los creyentes. El razonamiento lo desarrolló Carmen Argibay, ministra de la Corte Suprema de Justicia, durante una entrevista abierta que cerró el V Encuentro Nacional de la red PAR-Periodistas de Argentina en Red por una comunicación no sexista. Atea confesa, feminista, descontracturada, antítesis del arquetipo de los jueces argentinos, Argibay respondió durante dos horas preguntas de Mariana Carbajal, periodista de Página/12, y de Liliana Hendel, de Telefe.
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–¿De qué manera la Justicia puede cambiarle la vida a una mujer
–El Poder Judicial impacta mucho y mal en la vida de las mujeres. En las facultades nos han enseñado derecho desde el punto de vista masculino. Esto tiene que cambiar, está cambiando. Desde la oficina de la mujer de la Corte hemos organizado cursos de capacitación con perspectiva de género. ¿Por qué? Cuando un señor denuncia que le robaron implícitamente se le cree, pero si una mujer denuncia violencia lo primero que se piensa es que miente. Este tipo de cosas se naturalizan. Por eso la Corte creó la oficina de violencia doméstica.
–Se señala la necesidad de abrir el debate en el Congreso por la despenalización del aborto. ¿Por qué tanta resistencia de los políticos?
–Creo que tienen miedo al cambio. Las encuestas muestran que la mayoría de la sociedad quiere que se debata y cree que el aborto clandestino y sin asepsia es la causa de la muerte de muchas mujeres jóvenes, pobres e ignorantes. Pero ese grupo de mujeres no tiene poder. Y hay otra cosa: la “santa madre”. No quiero herir sentimientos, todo el mundo sabe que soy atea. La “santa madre” todavía tiene mucha fuerza y ha llegado a amenazar con la excomunión a legisladores, por ejemplo para no votar mi nombramiento. Hay gente a la que le importa, es parte de su vida, de sus creencias, su fe, que es muy respetable que la tengan.
–Desde lo político, ¿hay un escenario propicio para llevar el tema al Congreso?
–Sí, la sociedad ha tomado conciencia de lo que significa no tener una ley de aborto razonable y también de que es posible dictar leyes que signifiquen no una obligación sino un permiso, como con el matrimonio igualitario. Nadie obliga a casarse, es un permiso, lo usa quien quiera. Si la Iglesia se opone al aborto, que se oponga para sus fieles, ¿pero por qué va a obligar a los demás?
–El gobernador de Salta estableció la educación religiosa obligatoria en las escuelas públicas. ¿Es constitucional?
–No, el Estado es laico. Quien quiera dar educación religiosa a sus hijos, de cualquier religión, puede mandarlo a una escuela confesional o enseñarle en su casa, pero la escuela pública no puede ser confesional. Hoy analizábamos ese tema con el presidente del Consejo de la Magistratura y con mi colega Elena Highton diciendo “tenemos que sacar los crucifijos de la sala de audiencias”... (la sala, un centenar de personas, mayoría femenina, estalló en aplausos).
–¿No hay una ley que obliga a mantener un crucifijo o virgen instalada?
–No, ya sacamos una. Soy funcionaria de un Estado laico y recibo gente que puede tener todas las religiones o ninguna, eso es libertad de culto. Tener un símbolo religioso condiciona. En un tribunal oral los testigos juran por sus creencias, no le preguntamos cuáles, pero atrás hay un crucifijo que puede influir mal, el testigo puede considerarlo una discriminación. Además, no tiene sentido porque el Estado es laico.
–¿Cuáles serían los argumentos de más peso para debatir la despenalización del aborto?
–La muerte: es la segunda causa de muerte de personas jóvenes. Usaría otro, pero no van a dar bolilla: las mujeres no tenemos derecho a decidir. El principal es tratar de evitar la muerte de jóvenes que por no haber tenido educación sexual enfrentan un problema que no pueden solucionar de otra manera. Los números son muy fuertes.
–¿Es partidaria de penalizar a los clientes-prostituyentes?
–Sí, pero hay otro problema con el tema prostitución: la trata. Estamos intentando convencer a jueces y fiscales sobre el modo de tratar a la víctima, que parece que fuera la culpable. El cliente debiera ser penado, es partícipe de mantener a la mujer en situación de inferioridad, indefensión y vulnerabilidad, pero no todo debe pasar por el Código Penal. La Justicia penal no resuelve problemas. Las organizaciones de trata son muy poderosas. Es imprescindible instalar el tema, no lo veo instalado. Y es importante dejar de repetir que tenemos programas magníficos para la trata si los programas no tienen presupuesto ni personal especializado.
–¿Qué cambió con la llegada de dos mujeres a la Corte?
–El trato en la Corte es diferente, el lenguaje ha cambiado, las actitudes, hay más amabilidad, más alegría y hemos iniciado cosas que no se hicieron nunca, como la oficina de violencia doméstica, que funciona a pleno los 365 días del año. Yo me hice cargo del Cuerpo Médico Forense, en estado calamitoso y sin un reglamento, y ahora Elena (Highton) se está ocu-pando de los peritos contadores. Eso se hizo porque las mujeres nos arremangamos y dijimos “hay que hacerlo”.