SOJA DEPENDENCIA
UN ANALISIS DE DANIEL FERNANDEZ CANEDO
DIARIO CLARIN
A mediados del año pasado una tonelada de soja costaba 200 dólares. Ahora ronda los 460 dólares: tuvo una suba de 130 por ciento.
Buena parte de la negociación que reanudan el Gobierno y el campo girará en torno de esos números y cómo se reparte el producido de la presente cosecha agrícola.
Argentina vive en el sector externo una situación excepcional debido a que los precios de los productos del agro que exporta subieron 76% en promedio desde comienzos del año pasado.
Esa excepcionalidad tiene para el Gobierno un costado importante: con los precios actuales, sólo por las exportaciones del agro, recaudaría unos 12.000 millones de dólares, una cifra muy alta que contribuye (y mucho) al esquema económico oficial.
Las retenciones aportan el 15% de la recaudación total y representan 20 puntos más que el superávit fiscal para este año.
Así, buena parte de la riqueza del campo depende de la soja, y también el Gobierno es soja-dependiente.
Parte de la pelea por la renta adicional de la soja ya fue absorbida. Según cálculos del sector privado, el superávit externo (exportaciones menos importaciones) fue de 2.940 millones de dólares en el primer trimestre.
Pero, si se descuenta el efecto de la suba de precios, hubiese sido de sólo 500 millones de dólares.
En otras palabras, la Argentina goza del fuerte viento de cola que viene del exterior, pero es obvio que eso no será para siempre y que lo mejor será aprovecharlo.
El campo deberá tomar nota que cuando el 11 de marzo se lanzaron las retenciones móviles, los precios de la soja eran más altos que hoy y que la discusión que en aquel momento era por unos 2.700 millones de dólares, hoy es por 1.300 millones pero que, a pesar de eso, los precios siguen siendo altos y rentables.
El Gobierno sabe que, debido a su política de expandir fuerte el gasto público, está muy atado a mantener una elevada recaudación, al punto de ser una de las gestiones con mayor presión impositiva de la historia.
Un problema que va cobrando cuerpo es que si la Casa Rosada mantiene un ritmo de aumento del gasto público del orden del 38% (como viene siendo en promedio los últimos meses) probablemente deba hacersemás soja-dependiente a la hora de recaudar.
Por otra parte, en las últimas semanas la economía pudo pasar algunas pruebas inéditas para la gestión kirchnerista, claro que los costos todavía se pagan.
Una de ellas es que ahora se sabe que a pesar de tener superávit fiscal, externo y 50.000 millones de dólares de reservas, hay cimbronazos difíciles de parar.
En tiempos de incertidumbre parecieron tener más poder los rumores o una cadena de mails que los datos contundentes de una economía que crece.
Salieron depósitos y el Banco Central debió vender más de 1.000 millones de las reservas para serenar las aguas.
El presidente del Central, Martín Redrado, parece ahora dispuesto a hacerle sentir a los que compraron dólares que también pueden perder en la jugada.
El dólar futuro ayer estaba en 3,14 pesos, cuando pocos días antes los compraban a 3,20 en el mercado mayorista. Cuatro centavos de pérdida es bastante para estos tiempos. Pero lo más importante fue que finalmente se clarificó un poco una política: el Central está dispuesto a no permitir subas bruscas en el dólar.
Esa definición, que sólo pudo haber partido de Cristina y Nestos Kirchner, resulta clave también para la negociación que hoy se reanuda con el campo.
El dólar quieto serena los ánimos y evita presiones sobre la inflación, dos efectos importantes para estos tiempos donde la calma no abunda.
El Gobierno y el campo ya saben que pueden hacerse daño y que tienen poder. Pero después de 71 días de conflicto, parece evidente que lo más costoso sería no llegar a un acuerdo.
De hecho, el Gobierno ahora sabe que a pesar de tener buenos fundamentos, la economía se puede empezar a enfriar si no tiene horizonte o no se generan condiciones para que haya más inversión.
Los dirigentes ruralistas, por su lado, también son conscientes de que la protesta no puede contemplar cortes de abastecimiento porque la sociedad los rechaza. Pero, sin ellos, la efectividad de la protesta baja.
Afortunadamente la negociación de hoy tiene como base la abundancia y la pelea es por cómo se distribuye. El resto de la sociedad estará atento a una puja que, como pocas veces, implica discutir sobre cómo se reparte riqueza y no cómo se distribuyen las cargas de la escasez.
El momento económico es bueno. pero ya hubo muestras suficientes de que para seguir creciendo es necesario más que recaudar muchos impuestos o acumular reservas.