sábado, 5 de abril de 2008
LA UBA ANALIZA LOS MEDIOS DURANTE EL LOCAUT PATRONAL AGRARIO
Informe de la UBA cuestiona el papel de los medios durante el paro agrario
Un informe de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires criticó con dureza la cobertura periodística realizada sobre el lock out patronal del sector agrario, sobre la que afirma que hubo “discriminación burda” y “desestabilización sutil”.
El informe destaca que “la razón fundamental de las virulentas críticas” hechas por los medios al actual gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, se basan en que “ha colocado a los medios de difusión en la escena pública como un actor más de la vida política y social de la Argentina”.
“La razón fundamental de tal nivel de virulencia en la crítica y en el cuestionamiento reside, más allá de profundas diferencias ideológicas que han quedado al descubierto desde un comienzo, en que estos dos gobiernos los han colocado en la escena pública como un actor más de la vida política y social de la Argentina, y los han interpelado públicamente desde este supuesto”, señala el párrafo del informe que hace alusión también a las críticas de la prensa hacia la administración del ex presidente Néstor Kirchner.
Señala que durante la reciente cobertura del lock out patronal del sector agropecuario hubo “discriminación burda” y “desestabilización sutil”, y recuerda que “la libertad de expresión se basa también en el derecho que asiste a todos los ciudadanos de recibir la información”.
En el desarrollo del trabajo difundido por esa Facultad, se señala que ambos -el ex presidente y la actual presidenta- “los han obligado (a los medios) no sólo a posicionarse en tanto actor político sino a dar explicaciones sobre los modos de construcción de la información al ser interpelados ya no desde un lugar externo a la escena pública, sino como partes de la esfera política”.
“Y esto, para quienes basan su poder político, simbólico y económico en la noción de distancia ecuánime con los acontecimientos es obligarlos a echar por tierra el modo en que se han definido desde su nacimiento”, destaca.
En el informe, de más de 15 carillas, se hace un pormenorizado estudio de la cobertura y el papel jugado por los medios de difusión, especialmente gráficos y televisivos, durante el lock-out patronal agropecuario.
Allí se critica “la escalada de violencia simbólica y por momentos racista de los medios, sobre todo los electrónicos”, y también “clasista”, lo cual “dejó en claro qué posición la mayoría de éstos había tomado”, y que “con el correr de las horas y de los días, este posicionamiento se hizo más evidente”, con “mayor o menor nivel de brutalidad, con mayor o menor grado de sutileza”.
Consigna que el diario Página 12 fue el único medio que dio cuenta del comportamiento y de los modos de cobertura de los medios de comunicación“, durante ”casi todos los días del conflicto y en su edición del 3 de abril, el diario realizó una entrevista a semiólogos para que analizaran los discursos construidos“.
Al abordar el manejo televisivo, destaca que “el martes 25 de marzo a la madrugada, todos los canales colocaron en un nivel de igualdad informativa el discurso presidencial, los piquetes del agro y los 'cacerolazos' de algunos barrios porteños”, y evalúa que “esta equiparación es el primer síntoma de desestabilización”.
De este modo “lo que se está haciendo, en realidad, es provocar un efecto de sentido que pierde de vista no sólo las jerarquías sino las implicancias de cada una de esa palabras emitidas”.
Al criticar la edición de las notas, se puntualiza en “los encuadres de las cámaras”, donde se usaron “planos cortos y cerrados”, que “eliminan la posibilidad de que el televidente pueda ver el contexto”, y que se empleó para “mostrar la cantidad de personas que participaban de los cacerolazos”.
Al mismo tiempo, “la imagen fundía a negro y aparecía un grupo de piqueteros tomados de espaldas en cámara lenta y con niveles más bajos de luz, y acompañaba a estas imágenes una música de película de terror similar a la de Tiburón cuando el animal está por atrapar a su presa”.
“El contraste era claro: personas indefensas se están manifestando mientras la bestia está acechando para provocarles algún tipo de daño. A esta construcción le precedieron comentarios de periodistas en piso, de cronistas en la calle, y de videograf que marcaban la diferencia entre gente y piqueteros y entre vecinos y piqueteros violentos”, señala.
Ante eso, recuerda el informe que “la libertad de expresión de un medio o de un periodista es una parte de la ecuación. La otra, la no tan reiterada desde los medios, se basa en el derecho fundamental que asiste a todos los ciudadanos de poder recibir la información”.
“Otro elemento que permitió que en el aire se mantuviera un trato discriminatorio -expreso o sutil- fue la falta de repreguntas por parte de los periodistas o la ausencia de comentarios sobre cuestiones específicas”, dice, y evalúa que a veces se utilizó “el mecanismo de la repregunta pero sólo para la ironía y el humor”.
Considera que “además de discriminación burda”, hubo “desestabilización sutil”, al equipararse “lo que ocurría en las calles y lo que protagonizaban los ”vecinos“ con la noción clásica de democracia participativa, que no es otra cosa que pueblo en estado de manifestación”.
“Se construyó la siguiente ecuación: el gobierno es autoritario y las demandas ”de la gente“ son más democráticas porque se hacen visibles en el espacio público”, indica el informe.
En cuanto a las movilizaciones, considera que “una de las construcciones más mediatizadas fue la noción de 'espontaneidad'del cacelorazo: una idea que ya había sido celebrada en 2001 cuando se la contrapuso explícitamente a la del aparato político que lleva almas esclavas a sus actos”.
Asimismo, menciona como “otro mecanismo menos burdo pero igual de peligroso y desestabilizador o por lo menos no aliado del llamado a la calma es apelar a ciertos fantasmas del pasado que permanecen en los imaginarios sociales”.
En tal sentido, señala que se recordó a los “batatas” y al “helicóptero” de Fernando de la Rúa, al que considera “la imagen de la decadencia política y la deslegitimación pública de la figura presidencial, la que a su vez apelaba a otro helicóptero: el que utilizó María Estela Martínez de Perón cuando el golpe de Estado de 1976”. (Télam).