Entrevista a Pierre Salama
Por Fernando Krakowiak/pagina 12
Pierre Salama es un reconocido economista francés especializado en América latina. El sábado llegó al país, invitado por el Centro Franco Argentino y la Alianza Francesa, para ofrecer una serie de conferencias donde analiza los pasos que debería dar la región para lograr una mejor inserción internacional que ayude a reducir la pobreza y la desigualdad. En diálogo con Página/12 aseguró que la Argentina debe revertir la primarización de su estructura productiva para reducir la vulnerabilidad, reivindicó las retenciones a las exportaciones como el paso previo para impulsar una redistribución del ingreso y dejó en claro que toda redistribución supone una confrontación porque “no hay ruptura tranquila”.
–¿Por qué cree que América latina es una de las regiones con mayor desigualdad social del mundo?
–Hace mucho tiempo que existe una fuerte desigualdad social en la región. En Argentina la situación era diferente, pero en los últimos quince años el país se “latinoamericanizó”, en el peor sentido del término. Después de la caída de la convertibilidad, muchos pensaron que el fuerte crecimiento de la economía serviría para disminuir la desigualdad. Sin embargo, la situación prácticamente no varió. Esa desigualdad provoca una gran vulnerabilidad frente a la suba del precio internacional de los alimentos, porque el 40 por ciento de la población tiene un nivel de ingreso tan bajo que destina casi la totalidad de su salario a comprar alimentos.
–¿Qué se puede hacer desde el Estado para revertir esa situación?
–El gasto público es muy bajo. En Francia equivale al 48 por ciento del PIB, en Brasil al 37 por ciento y acá no llega al 25 por ciento. En la actualidad, esa situación se puede modificar porque el país tiene una balanza comercial superavitaria y las retenciones a las exportaciones le permiten aumentar sus recursos. El Gobierno está en condiciones de redistribuir una parte de la renta para apoyar a los más pobres y para invertir en infraestructura de salud, educación, energía y transporte. El país se encuentra ahora como en la década del 20 del siglo pasado, con una estructura productiva primarizada y vulnerable.
–Los empresarios afirman que el campo actual no es igual al del pasado porque incorporó tecnología al proceso productivo.
–Es cierto. El campo también genera productos de alta tecnología, pero no hay efectos de cadena y las multinacionales que invierten no transfieren los conocimientos que están detrás de esa tecnología.
–¿Por qué cree que no se desarrolla una cadena agroindustrial capaz de agregar valor?
–Porque hay una gran concentración del poder económico y el interés de las empresas es diferente del interés que tiene el conjunto de la sociedad. Frente a este escenario, el Estado debería intervenir.
–El Estado intervino recientemente elevando las retenciones y se encontró con una resistencia muy fuerte de sectores concentrados del campo y también de pequeños y medianos campesinos.
–Lo que pude ver desde afuera es una gran confusión entre los intereses de los pequeños y grandes productores. Esa alianza de clase que se gestó durante el conflicto fue posible por la dependencia que tienen los primeros respecto de los segundos y porque esos pequeños campesinos no recibieron prácticamente nada de parte del Estado durante los últimos años. Me pareció correcta la decisión que tomó el Gobierno al intentar dividir ese frente con propuestas diferenciadas, porque se necesita dar apoyo a los más pequeños, ya que son quienes tienen mayores posibilidades de desarrollar efectos de cadena y generar empleo. Lo que debe hacer Argentina es aprovechar los recursos que genera la especialización productiva actual para generar productos de alta tecnología con efectos de cadena que le permitan abandonar esa especialización primaria.
–El problema es que cada vez que algún gobierno impulsa medidas para redistribuir el ingreso es acusado por los sectores más privilegiados de querer dividir a los argentinos y se le contrapone un discurso de paz social que termina siendo funcional al statu quo.
–Quien está dispuesto a impulsar una redistribución del ingreso inevitablemente va a tener que confrontar y eso va a generar divisiones, pero la confrontación no significa la eliminación del otro, sino poner en discusión ciertas cuestiones para modificar la relación de fuerzas en el interior de una sociedad. Si eso no se hace, la propia situación de exclusión en la que vive una amplia porción de la sociedad es la que va a terminar generando confrontación en las calles. En los últimos años se habló mucho de confrontación y de redistribución del ingreso, pero se hizo muy poco. Si la gente piensa que la situación está mal es necesario pensar en la confrontación para cambiar porque no hay ruptura tranquila.
–¿En qué medida la globalización limita la posibilidad de impulsar una inserción internacional diferente?
–La globalización comercial es positiva. Se necesita abrir las puertas y entrar al comercio internacional, pero se lo debe hacer con una política de inserción clara. Existe la posibilidad de aprovechar la globalización como lo hacen, por ejemplo, los países asiáticos.
–Pero el proceso de industrialización que llevaron adelante algunos países del sudeste asiático requirió de un nivel de proteccionismo que hoy no sería permitido por la Organización Mundial del Comercio.
–Es un límite jurídico, pero el derecho es también una relación de fuerzas. Ahora, por ejemplo, existe una transformación en el funcionamiento de la OMC. El Grupo de los 24 busca forzar un cambio en las reglas de juego. En el caso del algodón, las negociaciones fueron diferentes debido a la presión que ejerció el G24. Podemos pensar en un nuevo funcionamiento de la OMC.