Los flashes del momento y el liderazgo de la Nación
Cegada por los flashes ocasionales, cierta oposición polìtica abandona la legìtima competencia por el liderazgo de la Nación y se contenta con judicializar y mediatizar la pugna política.
Por Oscar Gonzàlez*
Un reciente documento del Partido de los Trabajadores de Brasil, que celebra los 30 años de su fundación, describe la actual situación política internacional como “de crisis y transición”. Crisis del ideario neoliberal, sin que se haya redefinido aún el pensamiento crítico. Crisis de la hegemonía estadounidense, sin que haya emergido todavía un eje alternativo multilateral basado en bloques regionales y alianzas transversales. Crisis del actual patrón de acumulación capitalista, sin que asome plenamente otra variante sistémica. Finalmente, crisis del modelo conservador y neoliberal en América Latina pero en un marco de transiciòn hacia un esquema superador que avanza entre contradicciones.
En otras palabras, una situación en que el modelo hegemónico se desmorona sin que surja claramente un paradigma sustituto, lo que le da un carácter profundamente inestable a este tránsito, signado tanto por la crisis financiera internacional como por la feroz resistencia conservadora al despliegue de procesos populares en América latina, que el propio documento del PT analiza al dar cuenta como “señales de una contraofensiva de la derecha latinoamericana las bases militares estadounidenses en Colombia, el golpe de Estado en Honduras, la elección de Piñera en Chile y la actitud de los militares estadounidenses frente a la catástrofe de Haiti”.
En este escenario convulso, no hay duda de que el destino de las reformas progresistas en el subcontinente del que es parte la Argentina, está atado a la reconfiguración de las fuerzas políticas y sociales y su capacidad para sostener y profundizar los cambios.
En efecto, tras la crisis de las representaciones tradicionales en nuestros países y el descrédito de la política misma como herramienta transformadora, mucho de lo que resta de los partidos històricos no parece comprender la magnitud de las modificaciones que vive el capitalismo mundial y el lugar que la crisis depara a nuestros países. Así, el debate político encalla en el horizonte de los intereses sectarios y minúsculos, para no hablar de los casos en que la derecha económica captura sectores que fueron sus víctimas en el pasado reciente (Alfonsin) y no tan reciente (Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia).
Así las cosas, el viejo conflicto que plantea la construcción de la democracia, esto es la capacidad de la política para mantener su autonomía en relación a los poderosos intereses de los grupos de poder, se manifiesta hoy en problemas sumamente concretos, como la presente discusión sobre la restricción que se pretende aplicar al gobierno para utilizar dispositivos capaces de favorecer un desarrollo autocentrado, como es el caso de la utilización de las reservas del Banco Central.
Ensimismada en sus pequeña batallas de coyuntura, cegada por los ocasionales flashes del momento, cierta oposición polìtica abandona así la legìtima competencia por el liderazgo de la Nación y se contenta con judicializar y mediatizar la pugna política cotidiana, escatimando su aporte a las políticas públicas de desarrollo productivo e inclusión social que, con aciertos y limitaciones, impulsa un gobierno que llegó para relegar al olvido el viejo modelo de subordinación externa y ajuste interno.
*Ex secretario general del Partido Socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional
(Télam)
Cegada por los flashes ocasionales, cierta oposición polìtica abandona la legìtima competencia por el liderazgo de la Nación y se contenta con judicializar y mediatizar la pugna política.
Por Oscar Gonzàlez*
Un reciente documento del Partido de los Trabajadores de Brasil, que celebra los 30 años de su fundación, describe la actual situación política internacional como “de crisis y transición”. Crisis del ideario neoliberal, sin que se haya redefinido aún el pensamiento crítico. Crisis de la hegemonía estadounidense, sin que haya emergido todavía un eje alternativo multilateral basado en bloques regionales y alianzas transversales. Crisis del actual patrón de acumulación capitalista, sin que asome plenamente otra variante sistémica. Finalmente, crisis del modelo conservador y neoliberal en América Latina pero en un marco de transiciòn hacia un esquema superador que avanza entre contradicciones.
En otras palabras, una situación en que el modelo hegemónico se desmorona sin que surja claramente un paradigma sustituto, lo que le da un carácter profundamente inestable a este tránsito, signado tanto por la crisis financiera internacional como por la feroz resistencia conservadora al despliegue de procesos populares en América latina, que el propio documento del PT analiza al dar cuenta como “señales de una contraofensiva de la derecha latinoamericana las bases militares estadounidenses en Colombia, el golpe de Estado en Honduras, la elección de Piñera en Chile y la actitud de los militares estadounidenses frente a la catástrofe de Haiti”.
En este escenario convulso, no hay duda de que el destino de las reformas progresistas en el subcontinente del que es parte la Argentina, está atado a la reconfiguración de las fuerzas políticas y sociales y su capacidad para sostener y profundizar los cambios.
En efecto, tras la crisis de las representaciones tradicionales en nuestros países y el descrédito de la política misma como herramienta transformadora, mucho de lo que resta de los partidos històricos no parece comprender la magnitud de las modificaciones que vive el capitalismo mundial y el lugar que la crisis depara a nuestros países. Así, el debate político encalla en el horizonte de los intereses sectarios y minúsculos, para no hablar de los casos en que la derecha económica captura sectores que fueron sus víctimas en el pasado reciente (Alfonsin) y no tan reciente (Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia).
Así las cosas, el viejo conflicto que plantea la construcción de la democracia, esto es la capacidad de la política para mantener su autonomía en relación a los poderosos intereses de los grupos de poder, se manifiesta hoy en problemas sumamente concretos, como la presente discusión sobre la restricción que se pretende aplicar al gobierno para utilizar dispositivos capaces de favorecer un desarrollo autocentrado, como es el caso de la utilización de las reservas del Banco Central.
Ensimismada en sus pequeña batallas de coyuntura, cegada por los ocasionales flashes del momento, cierta oposición polìtica abandona así la legìtima competencia por el liderazgo de la Nación y se contenta con judicializar y mediatizar la pugna política cotidiana, escatimando su aporte a las políticas públicas de desarrollo productivo e inclusión social que, con aciertos y limitaciones, impulsa un gobierno que llegó para relegar al olvido el viejo modelo de subordinación externa y ajuste interno.
*Ex secretario general del Partido Socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional
(Télam)