Por Oscar R. González *
Un tribunal criminal de Lomas de Zamora condenó al agresor de Jorge Rivas. El fallo determina que Rolando Ojeda es responsable de haber cometido, el 13 de noviembre de 2007, el delito de robo calificado por causar lesiones gravísimas tras quedar judicialmente demostrado, en un proceso con plenas garantías de defensa para el acusado, que fue el autor de las heridas que obligan al hoy diputado socialista a sobrellevar su vida con grandes limitaciones físicas.
La noticia y su difusión no exacerbó el ánimo de Jorge, no le determinó excitación alguna ni alteró en lo más mínimo su rutina: siguió con su intensa rehabilitación, continuó recibiendo a colaboradores y visitas, atendió su nutrida correspondencia y siguió estudiando sus iniciativas legislativas y su trabajo partidario.
Desde que recuperó la posibilidad de comunicarse, largas semanas después de la agresión, se mostró desinteresado de los detalles del episodio: nunca pidió que se le narraran las circunstancias que no pudo retener en su memoria por la extrema violencia del hecho y la inconsciencia que sobrevino. No recuerdo que se haya regodeado en conocer los pormenores del juicio a sus agresores: sin pretender ser indulgente, le bastaba saber que la Justicia estaba actuando.
De hecho, las escasas veces que mencionó el tema, siempre a pedido del periodismo, lo refirió en su contexto, habló de los condicionantes sociales, económicas y culturales que en algunos casos facilitan el delito y nunca manifestó encono ni odio contra sus victimarios. Quienes lo vemos con cierta asiduidad, jamás advertimos en él ira ni exasperación alguna: continuó siendo el optimista de siempre, eso sí, agudo e irreverente.
Su reacción frente al desafío que las circunstancias le impusieron puede ser entendida por algunos como un mero escapismo de la realidad o, incluso, como un ademán insincero. Para quienes lo conocemos, en cambio, no es sino la demostración de que, aun en las condiciones del infortunio, los valores y las ideologías son las que determinan las actitudes vitales. (Página 12, pag. 16)