Patear el propio arco
Por Osvaldo Pellin*
Que un vicepresidente en la Argentina ostente el rol de líder de la oposición a su propio gobierno, es una manifestación extrema de tolerancia institucional y también un absurdo político.
Que su gestión quiera encuadrarse en la libertad personal que Cobos tiene para hacer lo que le plazca, no es aceptable, porque él forma parte de una propuesta electoral y de un equipo de gobierno, donde el objetivo no pasa por reivindicar su voluntad sino la de volcarla hacia el bien común.
Llevándolo a términos deportivos, es como si uno de los once jugadores de un equipo de fútbol comenzara, por enemistad con el capitán, a patear contra su propio arco. Sería una situación totalmente alienada y a la vez un gesto del más alto nivel de provocación. Ese jugador se tendría que ir de inmediato de la cancha por desvirtuar las reglas del juego.
Hubo históricamente, incompatibilidades entre presidentes y sus vices en la Argentina. El caso de Alejandro Gómez es ilustrativo, ya que, su disidencia con Frondizi, a la sazón el presidente, terminó con su renuncia. En desacuerdo por la firma de los contratos petroleros, Gómez decidió irse del gobierno, cumpliendo con comunicar a la ciudadanía los motivos por lo cuales se alejaba del cargo.
La relación entre Alfonsin y Víctor Martinez no estuvo ajena a muy diversas divergencias que raramente tomaron estado público.
Y finalmente la actitud de Chacho Álvarez, cuya renuncia se produjo ante una fuerte sospecha de corrupción nacida en la cabeza del propio Presidente de la Nación y en el ámbito del Senado, que Chacho presidía.
O sea, aquél que no renunció se calló la boca y siguió adelante en una actitud digna. Cobos, por el contrario, persiste en mantenerse en su puesto y en no apartarse de su oposición a un gobierno del que forma parte. Hay aquí una omisión de ubicuidad y una conducta reñida con la ética.
Cabe preguntarse, ¿cuál es la eficacia de esta oposición de Cobos, como no sea preparar su liderazgo a dos puntas: la del radicalismo o la de toda la oposición, excluído, creemos, el peronismo disidente?
Concretamente su presencia parece persistir sólo para solaz de una oposición que disfruta con sus desplantes y pretende afirmarse en ellos. Y también para la indiferencia de una sociedad que parece no advertir que se ve perjudicada en sus necesidades e intereses por las trabas, mensajes cruzados y fracasos que se encarga de operar el Sr. Cobos.
Cobos debió haber renunciado al día siguiente de su “voto no positivo”, cuando se trataban las retenciones móviles en el Congreso, y hasta ahí su actitud hubiese sido incoherente pero digna de respeto. Pero persistió y sin ningún embozo se muestra apuntalando a una oposición que, a falta de mejores líderes, lo ha ungido a él, aprovechando su ubicación institucional y porque de ese modo toma volumen el deterioro que se le puede infligir al gobierno.
Lo que no repara la oposición es que el sustento que hoy les da Cobos no termina siendo un argumento alternativo a la política existente, sino una cáscara vacía por la que, tarde o temprano, la sociedad pedirá que le rindan cuenta. Finalmente, es lamentable que haya quien avale semejante complicidad que legitima actos desleales frente a la imperiosa necesidad de hacer previsible y trasparente la práctica política.
Por Osvaldo Pellin*
Que un vicepresidente en la Argentina ostente el rol de líder de la oposición a su propio gobierno, es una manifestación extrema de tolerancia institucional y también un absurdo político.
Que su gestión quiera encuadrarse en la libertad personal que Cobos tiene para hacer lo que le plazca, no es aceptable, porque él forma parte de una propuesta electoral y de un equipo de gobierno, donde el objetivo no pasa por reivindicar su voluntad sino la de volcarla hacia el bien común.
Llevándolo a términos deportivos, es como si uno de los once jugadores de un equipo de fútbol comenzara, por enemistad con el capitán, a patear contra su propio arco. Sería una situación totalmente alienada y a la vez un gesto del más alto nivel de provocación. Ese jugador se tendría que ir de inmediato de la cancha por desvirtuar las reglas del juego.
Hubo históricamente, incompatibilidades entre presidentes y sus vices en la Argentina. El caso de Alejandro Gómez es ilustrativo, ya que, su disidencia con Frondizi, a la sazón el presidente, terminó con su renuncia. En desacuerdo por la firma de los contratos petroleros, Gómez decidió irse del gobierno, cumpliendo con comunicar a la ciudadanía los motivos por lo cuales se alejaba del cargo.
La relación entre Alfonsin y Víctor Martinez no estuvo ajena a muy diversas divergencias que raramente tomaron estado público.
Y finalmente la actitud de Chacho Álvarez, cuya renuncia se produjo ante una fuerte sospecha de corrupción nacida en la cabeza del propio Presidente de la Nación y en el ámbito del Senado, que Chacho presidía.
O sea, aquél que no renunció se calló la boca y siguió adelante en una actitud digna. Cobos, por el contrario, persiste en mantenerse en su puesto y en no apartarse de su oposición a un gobierno del que forma parte. Hay aquí una omisión de ubicuidad y una conducta reñida con la ética.
Cabe preguntarse, ¿cuál es la eficacia de esta oposición de Cobos, como no sea preparar su liderazgo a dos puntas: la del radicalismo o la de toda la oposición, excluído, creemos, el peronismo disidente?
Concretamente su presencia parece persistir sólo para solaz de una oposición que disfruta con sus desplantes y pretende afirmarse en ellos. Y también para la indiferencia de una sociedad que parece no advertir que se ve perjudicada en sus necesidades e intereses por las trabas, mensajes cruzados y fracasos que se encarga de operar el Sr. Cobos.
Cobos debió haber renunciado al día siguiente de su “voto no positivo”, cuando se trataban las retenciones móviles en el Congreso, y hasta ahí su actitud hubiese sido incoherente pero digna de respeto. Pero persistió y sin ningún embozo se muestra apuntalando a una oposición que, a falta de mejores líderes, lo ha ungido a él, aprovechando su ubicación institucional y porque de ese modo toma volumen el deterioro que se le puede infligir al gobierno.
Lo que no repara la oposición es que el sustento que hoy les da Cobos no termina siendo un argumento alternativo a la política existente, sino una cáscara vacía por la que, tarde o temprano, la sociedad pedirá que le rindan cuenta. Finalmente, es lamentable que haya quien avale semejante complicidad que legitima actos desleales frente a la imperiosa necesidad de hacer previsible y trasparente la práctica política.
*Ex diputado nacional, dirigente del socialismo neuquino.