La emergencia en América latina de gobiernos que, aunque de distinto signo, han puesto en la agenda pública los derechos sociales, la justicia distributiva, la autonomía nacional y el latinoamericanismo, tiene como contrapartida el reagrupamiento de las derechas que se esperanzan en la recuperación del catecismo neoconservador del FMI y de Wall Street, que imponían ajustes a mansalva y límites infranqueables a la inversión social y productiva en nuestros países.
Así, congregados por la nostalgia -y un poco desconcertados tras el estallido de la crisis del capitalismo especulativo mundial-, varios predicadores de la fracción hispanoparlante de aquella derecha tuvieron a bien aceptar durante estos días la hospitalidad de uno de los suyos, Mauricio Macri, para despotricar desde estas orillas contra "el dirigismo estatal, la barbarie populista, la izquierda antioccidental" y otros males igualmente peligrosos que amenazan gravemente "la economía de mercado, la libertad de prensa y la libre competencia en América Latina".
Presidentes con mandato vencido, algunos funcionarios, ideólogos de think tanks empresariales y dirigentes varios de las derechas del subcontinente y del Reino de España se vinieron hasta aquí para garabatear los temas de un encuentro al que titularon "América Latina, agenda de la libertad" y que continúa en Rosario.
Entre estos apasionados conjurados de la libertad se despacharon a gusto el español José María Aznar, el peruano Álvaro Vargas, el chileno Sebastián Piñeira, el boliviano Jorge Quiroga y los locales Ricardo López Murphy, Juan Carlos Blumberg y Francisco de Narváez.
Para estar a tono, y en homenaje a las visitas, el jefe de gobierno porteño aprovechó lavolada para acusar al gobierno argentino de "fascista", horrorizado porque 147 diputados habían resuelto dar media sanción a una ley de Servicios Audiovisuales que democratiza y horizontaliza la comunicación y la información.
Al tiempo que el intelectual de segunda generación Álvaro Vargas Llosa nos daba consejos: "Los argentinos están amenazados, y ante todo su libertad de expresión" y llamaba a resistir esas fuerzas oscurantistas (!¡), Aznar sostenía a viva voz que "el mundo civilizado debe respetar a Colombia cuando ésta ejerce su derecho a firmar acuerdos bilaterales o defensivos con otras naciones", aludiendo a las amenazantes bases estadounidenses en ese país que rechaza el conjunto de los presidentes de Unasur. Por su parte, el candidato presidencial de la derecha chilena, Sebastián Piñera, adjudicósin ruborizarse la crisis mundial a "una falla del estado" y alertó sobre "el peligro del populismo y el terrorismo".
Un tanto atribulados por la sustitución del belicoso Bush por el contemporizador Obama en los Estados Unidos, a quien probablemente consideren un criptocomunista, estos líderes dicen reivindicar la educación, la libertad y la democracia, mientras propician políticas que, precisamente, son las que profundizaron la pobreza y la exclusión social, tomando inaplicables el ejercicio de esos derechos.
Enmascarados tras invocaciones a la libertad, estos personeros sueñan con una hipotética pendulación de la política regional que esterilice los aires de cambio que, no sin dificultades, sobrevuelan el área.
¿Entenderán que los asesinatos masivos de campesinos en la Media Luna boliviana y en Perú, la destitución por el Ejército del presidente de Honduras, la persistencia del bloqueo a Cuba y, en la Argentina, los intentos de deslegitimar las medidas del gobierno constitucional; están inclinando hacia su lado el sentido de la historia?
Alguien les debiera anunciar que aunque la nostalgia los embargue, eso no sucederá.
*Vicejefe de Gabinete. Ex diputado nacional y dirigente del Partido Socialista. (El Argentino)