La Gazeta de la Biblioteca Nacional publica en su último número su homenaje al compañero Jorge Tula, recientemente desaparecido.
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Militante de diversos fervores culturales, hacedor de revistas, librero de Buenos Aires, lector de los clásicos del socialismo italiano, solía ser sorprendido en “horarios de atención al público” entre las páginas abiertas de algún artículo de Giacomo Marramao publicado en revistas italianas que muy pocos conocían o leían. En su velatorio lucía la gorrita de visera con la que se lo acostumbraba ver. A su alrededor, viejos libros de una biblioteca socialista. Jorge Tula, socialista, boquense, catamarqueño, acompañó con celo, responsabilidad asumida y porfía intelectual la fundación de la librería Gandhi, la revista Controversia, la revista La Ciudad futura, la labor de José Aricó, el empeño político de Alfredo Bravo y el extenso rumor con que hace varias décadas intenta expresarse la cultura social del país persiguiendo sus mejores motivos. Es difícil figurarse los rastros de los itinerarios comunes a lo largo de todos estos tiempos argentinos, sin percibir la presencia del Negro Tula en todos ellos, en avance, en testimonio, en la fila que fuese, con gorrita calada, una revista inhallable doblada bajo el brazo y un comentario suave, preciso y bien modulado sobre las inagotables y difíciles realidades. No sabíamos hasta qué punto la expresión “pasado y presente”, palabras que pueden ser habituales, o pueden ser las anotaciones de un sabio italiano, o pueden ser los títulos de realce de una gran revista de la memoria argentina, también pueden ser ahora –en la medida que todo ello está vinculado a Jorge Tula–, una medida adusta del paso del tiempo y de las obligaciones que ante él –salvo inefable melancolía– nunca imaginamos con certeza cómo asumir.