Publicado en el semanario Redacción, Salta, 30 de mayo
¿DONDE ESTÁ LA DERECHA?
Por Marcelo O´Connor
La fortaleza de la Derecha está, como la del Diablo, en la astucia de hacernos creer que no existe. Que es un concepto anticuado, una divisoria pasada de moda. Que el mundo es como es y no puede ser de otra manera, reduciéndose todo a la honestidad y eficiencia de los administradores políticos de turno. Ese discurso tuvo cierto éxito mientras duró la marea neoliberal y hasta que todo estalló en una crisis que podrá no ser terminal, pero que si cuestiona las presuntas infalibles recetas.
Reabiertas por ella la amplia gama de caminos políticos, económicos y sociales, la Derecha ha debido reagruparse y dar batalla. Pero sigue sin osar decir su nombre. Se disimula, entonces, enarbolando conceptos de apariencia neutra, aséptica, de sencillo sentido común.
Una de sus ideas fuerzas es el “honestismo” (el neologismo es de Caparrós), que consiste en juzgar únicamente por la honestidad personal del gobernante, que ya no sería una condición elemental en toda gestión, sino una rara virtud porque se parte de la base de que todos los políticos son corruptos. El argumento es falaz por donde se lo mire y para consumo de horteras y mercachifles, deshonestos en pequeña escala. Oculta que la corrupción es esencial al Estado y al Poder. Que la putrefacción de la sociedad contemporánea es consecuencia de la putrefacción del sistema. Que la coima es un procedimiento universal, aceptado, previsto y jamás confesado por todas las empresas y en todos los países.
La honestidad por sí misma, siempre encomiable, nada significa. Robespierre era el incorruptible y no por ello dejó de cortar cabezas. A Hitler no se le conoce negociado. Los conservadores nunca se ensuciaron metiendo la “mano en la lata”. No les hacía falta. Federico Pinedo, el abuelito del actual del Pro, con solo 19 días de Ministro de Economía en abril de 1962 y una devaluación, enriqueció a todos los amigos de su clase social, a quienes les avisó a tiempo y discretamente. Lo que hizo el peronismo, decía Jauretche, fue “nacionalizar el robo”: cualquiera podía robar modestamente al Estado, que por otra parte siempre le roba a uno. En cambio, Macri y de Narváez son garantía de “honestidad”, porque ya no lo necesitan. Robaron antes, pero como actividad privada. Lo cual es sí muy moral.
Con el manto de la moralina se tapan otras intenciones políticas y la nostalgia de la década del noventa. Cuando se privatizó todo a precios de bagatelas porque el Estado es “mal administrador” y algunos funcionaros gozaban de ventajitas, cuando desmantelaron los ferrocarriles porque perdían mucho, cuando nos endeudaron hasta los ojos porque eso era “estar en el mundo”, cuando se estatizaron y licuaron las deudas empresarias, cuando eliminaron la legislación laboral porque era costosa y abusiva, cuando se cerraron las industrias y cuando podíamos viajar a Miami, la meca de los actuales “rastacuers”, a comprar televisores de a pares.
Ya no está el finado Menem (anda por ahí un patético remedo caricaturesco) y es necesario un sustituto. Y mejor que no tenga tanto hambre como el que tenía aquel. Con plata que se derrame. De Nerváez, el hombre de los mil teléfonos, no puede ser (algo de suerte teníamos que tener) porque es colombiano. Nos queda Macri, el del infralenguaje, asesorado por el Homo Neanderthalensis Rodríguez Larreta (el hijo de “Larry”) y acompañado por la Michetti, que nada sabe, entiende ni trabaja, pero que es un amor, pobre.
Por si usted quería saber, ahí está la Derecha y si quiere saber qué es, haga memoria o pregunte. Es lo que se llamó menemismo, que ahora quiere volver con otros personajes y algunos que se repiten. Avisado queda.
HOMENAJE A NÉSTOR KIRCHNER
