"Mascarones de popa del ajuste"
Por Oscar González*
Cuando se analiza la actuación de los legisladores opositores que tratan de impedir el desendeudamiento, y con ello trabar la utilización de las reservas excedentes para la inversión productiva y social, uno se pregunta si, con epicentro en el Congreso, no está naciendo una nueva fuerza política, "el partido del ajuste".
La formación de una entente que pretende agrupar al desperdigado universo opositor en ambas cámaras tras el objetivo común de condicionar y entorpecer la gestión del Ejecutivo nacional, constituye un hecho nuevo en la tradición parlamentaria argentina.
Tal configuración se inscribe en la crisis de las representaciones políticas que estalla al inicio de este siglo desbaratando el bipartidismo histórico, un dualismo que, durante largos períodos, contuvo de algún modo a las alas progresistas del peronismo y el radicalismo, la primera de sesgo nacional-popular y la segunda de tenue matiz socialdemócrata.
Ese ciclo acabó en la diáspora y la emergencia de una multiplicidad de sectores en continuo reciclaje, muchos de ellos en tránsito del centro a la derecha.
Pero este pretendido frente único opositor contiene una novedad: la aglomeración de fracciones en su mayoría provenientes de los dos partidos históricos se han mimetizado progresivamente al calor de un accionar cerradamente "antikirchnerista" y una voluntad común, la de obstruir la acción oficial, rechazando leyes, decretos y acuerdos que son decisivos para la gestión. Eso se vio durante el increíble maltrato propinado a Mercedes Marcó del Pont en el Senado.
De hecho, esta estrategia conlleva una propuesta: la de utilizar cualquier medio para trabar desde el Congreso las medidas económicas y socialmente expansivas del gobierno, de modo de forzarlo a utilizar las tradicionales recetas de contención del gasto público y contracción de la producción y el consumo, es decir, el ajuste.
Todo ello, mientras la configuración de un polo popular y progresista no ha madurado aún al ritmo del proceso de cambios de los últimos años por la implacable resistencia de los grandes grupos de poder económico y mediático.
Por eso, la idea de que existe un partido del ajuste (mejor dicho, un frente del ajuste) sugiere, a su vez, que el neoliberalismo ha logrado, siquiera transitoriamente, realinear algunos segmentos políticos, engordando la presencia de las doctrinas pro mercado y anotándose -así- un triunfo desde la caída del menemismo.
Más allá de la precariedad de una coalición fundada en el mero rechazo cuyos dirigentes se recelan entre sí y compiten entre ellos, lo cierto es que la derecha ha logrado arrastrar a hombres y grupos hacia posiciones y perspectivas alarmantes.
Esos dirigentes y facciones debieran, simplemente, recordar la masacre de Avellaneda desplegada bajo el gobierno de Eduardo Duhalde para imponer la disciplina social que pedía el establishment, o mirar a Grecia y el costo que se le está imponiendo como respuesta a la crisis, para advertir la clase de gobernabilidad que, como el huevo de la serpiente, asoma en lo que dice y, sobre todo, en lo que no dice, el frente del ajuste. (Critica de Argentina, pág 4)
*El autor es Secretario de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete. Fue secretario general y diputado nacional del Partido Socialista
Por Oscar González*
Cuando se analiza la actuación de los legisladores opositores que tratan de impedir el desendeudamiento, y con ello trabar la utilización de las reservas excedentes para la inversión productiva y social, uno se pregunta si, con epicentro en el Congreso, no está naciendo una nueva fuerza política, "el partido del ajuste".
La formación de una entente que pretende agrupar al desperdigado universo opositor en ambas cámaras tras el objetivo común de condicionar y entorpecer la gestión del Ejecutivo nacional, constituye un hecho nuevo en la tradición parlamentaria argentina.
Tal configuración se inscribe en la crisis de las representaciones políticas que estalla al inicio de este siglo desbaratando el bipartidismo histórico, un dualismo que, durante largos períodos, contuvo de algún modo a las alas progresistas del peronismo y el radicalismo, la primera de sesgo nacional-popular y la segunda de tenue matiz socialdemócrata.
Ese ciclo acabó en la diáspora y la emergencia de una multiplicidad de sectores en continuo reciclaje, muchos de ellos en tránsito del centro a la derecha.
Pero este pretendido frente único opositor contiene una novedad: la aglomeración de fracciones en su mayoría provenientes de los dos partidos históricos se han mimetizado progresivamente al calor de un accionar cerradamente "antikirchnerista" y una voluntad común, la de obstruir la acción oficial, rechazando leyes, decretos y acuerdos que son decisivos para la gestión. Eso se vio durante el increíble maltrato propinado a Mercedes Marcó del Pont en el Senado.
De hecho, esta estrategia conlleva una propuesta: la de utilizar cualquier medio para trabar desde el Congreso las medidas económicas y socialmente expansivas del gobierno, de modo de forzarlo a utilizar las tradicionales recetas de contención del gasto público y contracción de la producción y el consumo, es decir, el ajuste.
Todo ello, mientras la configuración de un polo popular y progresista no ha madurado aún al ritmo del proceso de cambios de los últimos años por la implacable resistencia de los grandes grupos de poder económico y mediático.
Por eso, la idea de que existe un partido del ajuste (mejor dicho, un frente del ajuste) sugiere, a su vez, que el neoliberalismo ha logrado, siquiera transitoriamente, realinear algunos segmentos políticos, engordando la presencia de las doctrinas pro mercado y anotándose -así- un triunfo desde la caída del menemismo.
Más allá de la precariedad de una coalición fundada en el mero rechazo cuyos dirigentes se recelan entre sí y compiten entre ellos, lo cierto es que la derecha ha logrado arrastrar a hombres y grupos hacia posiciones y perspectivas alarmantes.
Esos dirigentes y facciones debieran, simplemente, recordar la masacre de Avellaneda desplegada bajo el gobierno de Eduardo Duhalde para imponer la disciplina social que pedía el establishment, o mirar a Grecia y el costo que se le está imponiendo como respuesta a la crisis, para advertir la clase de gobernabilidad que, como el huevo de la serpiente, asoma en lo que dice y, sobre todo, en lo que no dice, el frente del ajuste. (Critica de Argentina, pág 4)
*El autor es Secretario de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete. Fue secretario general y diputado nacional del Partido Socialista