El uso de las reservas monetarias
Por Humberto Zambon*
Don Arturo Jauretche decía que los problemas fundamentales de la economía que afectan al ciudadano son muy sencillos; para entenderlos bastaba con saber sumar y restar, y finalizaba con este consejo: “si no entiende algo pregunte, y si con la explicación sigue sin entender, sepa que lo están engañando”. Don Arturo tenía razón y es un compromiso el mostrar las cosas que afectan al ciudadano en forma tan sencilla como, en última instancia, son. Sin conocimiento popular no existe democracia real.
En el caso de las reservas monetarias del Banco Central, tema de debate actual, las cosas son así: el crecimiento económico de los últimos años, que ha permitido disminuir la desocupación y la pobreza, se ha basado en gran parte en que existe superávit comercial externo; es decir, que las exportaciones superan largamente a las importaciones. Y esto no fue por azar ni por designio de los dioses, sino porque existía un tipo de cambio competitivo que, para nuestro país, toma como referencia el valor del dólar. Un dólar alto, que encarece a los bienes importados, genera mercado interno para la producción local y permite vender en el exterior a buen precio (medido en pesos). Se produce el superávit externo, aumentan la producción, las ventas, la masa salarial y las ganancias, en un impulso autosostenido. En cambio, un dólar bajo tiene los efectos contrarios, como lo hemos conocido en los años de la “tablita” de Martínez de Hoz, o de la convertibilidad de Menem y De la Rúa.
Cuando el dólar está bajo, como hay déficit comercial, la gente necesita dólares para pagar las importaciones y también lo demanda para viajar o veranear en el exterior; los dólares de las exportaciones no alcanzan, por lo que el Banco Central tiene que salir a vender para que no aumente su precio. ¿De donde los saca? De sus reservas y, como estas resultan insuficientes, los consigue endeudándose en el exterior: así creció la deuda externa hasta que todo explotó en el 2001.
En cambio, cuando el tipo de cambio está alto, el problema es que los dólares sobran. Si el gobierno no interviniera, su precio bajaría y se terminaría con el impulso al crecimiento económico; el Banco Central tiene que salir a comprar todos los dólares sobrantes, pagando con pesos, pero aquí surge otro problema: el exceso de moneda produciría inflación. Entonces el Banco tiene que salir a rescatar dinero sobrante: lo hace colocando títulos de deuda en pesos. Es decir, el mecanismo consta de dos etapas: una primera el Banco Central compra los dólares sobrantes con dinero emitido y, en la segunda, absorbe ese dinero colocando títulos de deuda en pesos.
De esta forma se han ido acumulado las reservas luego del abandono de la convertibilidad. Fíjense que al fin del año pasado las reservas (oro y divisas) en poder del Banco Central sumaban 160 mil millones de pesos mientras que el total de dinero en circulación era casi la mitad (84 mil millones) y los depósitos de los bancos comerciales sumaban 25 mil millones. La suma de ambos (que técnicamente se denomina Base Monetaria) era de 109 mil millones, 50 mil millones menos que las reservas.
¿Por qué no utilizar esas reservas para pagar la “deuda interna”, que realmente existe? Esta pregunta, que se hace mucha gente, tiene una respuesta sencilla: las reservas están en moneda extranjera (dólares, euros…); para gastarla en el mercado interno habría que cambiarlos por pesos, con lo que aumentaría la oferta de divisas y bajaría su precio, acabando así con el incentivo que para el crecimiento significa un tipo de cambio alto. Para gastarlo, la única forma es hacerlo en el exterior: nacionalización de empresas extranjeras, como hizo Perón en su primer gobierno, o buscar el desendeudamiento.
En el pasado no reciente los servicios (amortización de la deuda más los intereses) se pagaban –al menos en parte- con nueva deuda; hacerlo hoy, cuando las tasas de interés que habría que pagar son muy elevadas y las reservas generan una renta muy baja, sería irracional. Otra alternativa sería el ajuste gubernamental: que el estado ahorre el dinero necesario para hacerse de la moneda extranjera necesaria para pagar, opción difícil de aceptar porque a los ajustes –lo sabemos por experiencia reiterada- los termina pagando el pueblo.
¿Por qué hay oposición política que se opone a que se usen las reservas? La respuesta última es que quiere que el gobierno haga el ajuste; que no tenga dinero para obras ni para bienestar social que, suponen, generan réditos políticos.
Frente al problema del uso de las reservas monetarias esperamos que, finalmente, primen la racionalidad y los intereses nacionales. (La Mañana de Neuquén)
*Economista. Fue vicerrector de la Universidad del Comahue y decano de su Facultad de Ciencias Económicas. Dirigente socialista, fue presidente del concejo Deliberante de la ciudad de Neuquén y actualmehte preside el Club de Cultura Socialista de esa ciudad.
Por Humberto Zambon*
Don Arturo Jauretche decía que los problemas fundamentales de la economía que afectan al ciudadano son muy sencillos; para entenderlos bastaba con saber sumar y restar, y finalizaba con este consejo: “si no entiende algo pregunte, y si con la explicación sigue sin entender, sepa que lo están engañando”. Don Arturo tenía razón y es un compromiso el mostrar las cosas que afectan al ciudadano en forma tan sencilla como, en última instancia, son. Sin conocimiento popular no existe democracia real.
En el caso de las reservas monetarias del Banco Central, tema de debate actual, las cosas son así: el crecimiento económico de los últimos años, que ha permitido disminuir la desocupación y la pobreza, se ha basado en gran parte en que existe superávit comercial externo; es decir, que las exportaciones superan largamente a las importaciones. Y esto no fue por azar ni por designio de los dioses, sino porque existía un tipo de cambio competitivo que, para nuestro país, toma como referencia el valor del dólar. Un dólar alto, que encarece a los bienes importados, genera mercado interno para la producción local y permite vender en el exterior a buen precio (medido en pesos). Se produce el superávit externo, aumentan la producción, las ventas, la masa salarial y las ganancias, en un impulso autosostenido. En cambio, un dólar bajo tiene los efectos contrarios, como lo hemos conocido en los años de la “tablita” de Martínez de Hoz, o de la convertibilidad de Menem y De la Rúa.
Cuando el dólar está bajo, como hay déficit comercial, la gente necesita dólares para pagar las importaciones y también lo demanda para viajar o veranear en el exterior; los dólares de las exportaciones no alcanzan, por lo que el Banco Central tiene que salir a vender para que no aumente su precio. ¿De donde los saca? De sus reservas y, como estas resultan insuficientes, los consigue endeudándose en el exterior: así creció la deuda externa hasta que todo explotó en el 2001.
En cambio, cuando el tipo de cambio está alto, el problema es que los dólares sobran. Si el gobierno no interviniera, su precio bajaría y se terminaría con el impulso al crecimiento económico; el Banco Central tiene que salir a comprar todos los dólares sobrantes, pagando con pesos, pero aquí surge otro problema: el exceso de moneda produciría inflación. Entonces el Banco tiene que salir a rescatar dinero sobrante: lo hace colocando títulos de deuda en pesos. Es decir, el mecanismo consta de dos etapas: una primera el Banco Central compra los dólares sobrantes con dinero emitido y, en la segunda, absorbe ese dinero colocando títulos de deuda en pesos.
De esta forma se han ido acumulado las reservas luego del abandono de la convertibilidad. Fíjense que al fin del año pasado las reservas (oro y divisas) en poder del Banco Central sumaban 160 mil millones de pesos mientras que el total de dinero en circulación era casi la mitad (84 mil millones) y los depósitos de los bancos comerciales sumaban 25 mil millones. La suma de ambos (que técnicamente se denomina Base Monetaria) era de 109 mil millones, 50 mil millones menos que las reservas.
¿Por qué no utilizar esas reservas para pagar la “deuda interna”, que realmente existe? Esta pregunta, que se hace mucha gente, tiene una respuesta sencilla: las reservas están en moneda extranjera (dólares, euros…); para gastarla en el mercado interno habría que cambiarlos por pesos, con lo que aumentaría la oferta de divisas y bajaría su precio, acabando así con el incentivo que para el crecimiento significa un tipo de cambio alto. Para gastarlo, la única forma es hacerlo en el exterior: nacionalización de empresas extranjeras, como hizo Perón en su primer gobierno, o buscar el desendeudamiento.
En el pasado no reciente los servicios (amortización de la deuda más los intereses) se pagaban –al menos en parte- con nueva deuda; hacerlo hoy, cuando las tasas de interés que habría que pagar son muy elevadas y las reservas generan una renta muy baja, sería irracional. Otra alternativa sería el ajuste gubernamental: que el estado ahorre el dinero necesario para hacerse de la moneda extranjera necesaria para pagar, opción difícil de aceptar porque a los ajustes –lo sabemos por experiencia reiterada- los termina pagando el pueblo.
¿Por qué hay oposición política que se opone a que se usen las reservas? La respuesta última es que quiere que el gobierno haga el ajuste; que no tenga dinero para obras ni para bienestar social que, suponen, generan réditos políticos.
Frente al problema del uso de las reservas monetarias esperamos que, finalmente, primen la racionalidad y los intereses nacionales. (La Mañana de Neuquén)
*Economista. Fue vicerrector de la Universidad del Comahue y decano de su Facultad de Ciencias Económicas. Dirigente socialista, fue presidente del concejo Deliberante de la ciudad de Neuquén y actualmehte preside el Club de Cultura Socialista de esa ciudad.