El análisis de Oscar R. González*
La agresión a los diputados Agustín y Alejandro Rossi en Laguna Paiva es un emergente visible de la carga de rencor e intolerancia acumulada a lo largo del conflicto abierto por el empresariado agropecuario.
A diferencia de otras movilizaciones históricas de la Argentina, en que miles de ciudadanos protestaron y reclamaron por la vigencia de la democracia frente a las dictaduras, contra la represión y la impunidad o por el pan y el trabajo, las manifestaciones sojeras tuvieron el unívoco objetivo de confrontar con una política pública emanada de un gobierno democrático cuyo objetivo último era hacer más equitativa la distribución social de la riqueza.
Ajena a la nobleza de aquellas otras movilizaciones, cuyas reivindicaciones tenían y tienen un carácter universal, las protestas del ruralismo se orientaron casi de inmediato a la deslegitimación del gobierno, aunque ello supusiera la descalificación de las instituciones democráticas, tal como lo expresaron varios dirigentes corporativos del campo previamente y durante el debate parlamentario de la resolución 125.
Nada de esto es novedoso. La disputa por la distribución del ingreso es siempre extrema, enconada, brutal, y nuestro país tiene memoria de la violencia que han generado las decisiones destinadas a aminorar las inicuas desigualdades sociales. Es ahí cuando aflora un antiestatismo grosero, el racismo indisimulado y el egoísmo clasista, ingredientes de un cóctel de bronca y desprecio por los otros, los ajenos a esa elite.
Entonces, lo que es discurso autoritario y hasta insultante en boca de ciertos dirigentes, se transforma en vías de hecho en algunos de sus dirigidos, que actúan descarnadamente ese mensaje. Y aunque hay innumerables afiliados a las organizaciones corporativas del campo que no cultivan el resquemor y la violencia, hay otros que están cebados por aquella retórica prepotente.
Vista desde la actualidad, es probable que el ataque a los diputados revele la frustración y la impotencia acarreada por el fracaso de un lockout innecesario que en nada mejoró la situación de los productores. Pero sea como fuere, cuando la inmensa mayoría de la sociedad contiene el aliento frente a una debacle global que en numerosos países devasta el trabajo y la producción, los dirigentes del campo siguen ensimismados, habitando su pequeño mundo y enunciando, todavía hoy, alguna que otra consigna intempestiva.
*Dirigente socialista. Ex diputado nacional.
HOMENAJE A NÉSTOR KIRCHNER
