BAE
Plan de desarrollo agropecuario:el tejido socioproductivo
Por Alejandro Rofman*
A fin de explicitar en detalle el plan, cuyos objetivos se expusieron en una edición anterior, es preciso identificar el perfil socioproductivo de los actores sociales hoy involucrados en la actividad agraria argentina.
La realidad agropecuaria nacional actual muestra, al menos, cinco grandes segmentos de dichos actores, los que exhiben perfiles claramente diferenciados.
Ellos son: 1. Un sector minoritario de actores sociales que disfrutan de elevada tasa de acumulación incorporada, en el último quinquenio, a partir de una acelerada modernización de sus prácticas productivas, con generalizada adopción de modalidades técnicas de manejo de la actividad altamente eficientes. En este sector se advierte el uso creciente de bienes de capital de última generación, con singular presencia de equipamiento importado y una elevada capacidad de incorporación de innovaciones biotecnológicas. Esta modalidad operativa ha dado lugar a tasas de crecimiento ininterrumpido de los niveles de productividad física de las respectivas explotaciones.
Este sector, además, ha efectuado aportes muy significativos de capital, tanto propio como ajeno, ya sea nacional o extranjero, originado, en elevada proporción, en inversiones financieras extrasectoriales.
Además, y ello es también muy destacable, se ha expandido a través de modalidades desconocidas previamente de contratación de labores agrícolas hacia terceros y mediante la adopción de la figura del arrendamiento de corto plazo(una campaña), forma jurídica novedosa en el cultivo agrícola de la soja en la Pampa Húmeda.
Esta relación jurídico-financiera entre los dueños de la tierra, que la alquilan, llegó hasta cubrir no menos del 70% de la superficie bajo explotación en la última campaña respectiva. Desde la pequeña producción hasta el altamente concentrado “pool de siembra” se puede observar un nuevo perfil de actores sociales comprometidos, especialmente, con la agricultura moderna y capitalizada.
Finalmente, este sector productivo, que no llega a representar más del 30% de los dueños de la tierra en el país, capta envidiables rentas y beneficios trabajando la explotación por medio de puesteros o encargados o a través de los contratistas de servicios. Son los que más han logrado acumular ingresos en el último quinquenio.
Así, obtienen la mayor rentabilidad relativa por unidad de superficie, la mejor vinculación con los agentes innovadores de la tecnología moderna y de la comercialización interna y externa y poseen la característica relevante de no residir en los predios productivos, como ocurría hasta no hace más de veinte o treinta años, sino que reciben las ganancias y/o las rentas generadas por las actividades, domiciliados en las áreas urbanas cercanas o distantes del predio que poseen.
De este modo, el perfil “ausentista” de la actividad coloca en la cúspide de la misma a un sector altamente capitalizado y beneficiado por ganancias y/o rentas extraordinarias que dejó de ser productivo para operar en un espacio rentístico- financiero. La fuerte devaluación del 2002 y la suba de precios internacionales, como el de la soja, los coloca en una situación privilegiada para generar ganancias muy elevadas. Una posterior suba de los valores de comercialización de oleaginosas y cereales en el mercado mundial y, por reflejo, el local, ha devuelto la plena rentabilidad del año pasado a los que se dedican a la soja, siempre con el trabajo de terceros, y les permite volver a gozar de rentas extraordinarias y ganancias abultadas. Se consagra así, un modelo de “agricultura sin agricultores” que engloba a un pequeño segmento de dueños de la tierra que no reconoce diferencias según el tamaño de los predios que poseen y que dependen de los arreglos financieros para gozar de una singular renta diferencial de la tierra. Sus excedentes, luego de las necesarias reinversiones, se trasladan a las ciudades.
2. Un sector de pequeños y medianos productores, con predios de muy reducida dimensión dada la fuerte intensidad de capital y fuerzas de trabajo que en ellos se emplean para la producción, y que se ubican con preferencia fuera de la Pampa Húmeda, en el norte patagónico, el oeste y el norte del país, que se abastecen, en una muy alta proporción, desde el punto de vista hídrico, del agua bajo riego. En este sector se ubican los que producen alimentos tales como todo tipo de frutas, legumbres y hortalizas, para el consumo interno y, crecientemente, externo, caña de azúcar, yerba mate, té, uva para vitivinicultura, olivo, nogal y muy diversas plantas exóticas, tales como el arándano y numerosas calidades de frutillas y cerezas, entre otras. Proveen a la mesa familiar de no menos del 50% de sus requerimientos diarios.
Este sector cubre alrededor del 60% de todos los productores agrarios del país y tienen la particularidad de que, casi sin excepción, produce y vive en sus fincas. Son los denominados genéricamente “productores familiares”.
Sin embargo, aun dentro del espacio productivo tan amplio sucintamente descripto en las líneas anteriores, debe destacarse que en el interior del sector conviven actores sociales de diferentes modalidades productivas y capacidad para acumular y subsistir. Así, una franja minoritaria del sector, como en el caso de lo acaecido en la Pampa Húmeda, ha adoptado un perfil altamente moderno, adaptado a las exigencias de consumidores internos con presencia creciente de demandantes externos.
Los bienes en los que se especializan, a partir de procesos de capitalización a los que han tenido acceso y de incorporación de tecnología de última generación, se producen según las pautas de los mercados de mayor dinamismo y modernización. Es, fundamentalmente, la “agricultura bajo contrato”, subordinada a los actores de mayor poder dentro de la cadena productiva. A tal subsector social se agregan pocos pero muy capitalizados productores modernos, sobre todo en la región cuyana, que realizaron fuertes inversiones en viñedos, nogales y olivares a influjos de legislación de promoción industrial, con un perfil muy innovador tanto en la calidad de las especies plantadas como en su tratamiento con agroquímicos y sistemas modernos de riego. Un segundo segmento social se diferencia del anterior que trabaja la misma producción, pero con formas técnicas tradicionales y variedades clásicas. Este sector cubre un amplio espectro de actores sociales diseminados por todas las regiones extrapampeanas. Ha quedado afuera del proceso de modernización y de la consiguiente reconversión productiva y por falta de recursos, apoyo y asistencia crediticia corre serio peligro de desaparecer, tal como ya ha venido ocurriendo en una no desdeñable proporción. Y, finalmente, un tercer sector, que es el más empobrecido de todos los que integran este amplio espacio de la pequeña producción, basa su presencia en la actividad agrícola en la preeminencia de la actividad subsistencial, con una importante dedicación al proceso productivo para el autoconsumo y, necesitados en muchos casos, de que los integrantes del núcleo familiar vendan temporaria o permanentemente su fuerza de trabajo a terceros.
3. Un sector de productores pecuarios de muy diversas modalidades tecnoproductivas y que se ha instalado dentro y fuera de la Pampa Húmeda con un proyecto organizativo que es una mezcla de actividad agraria e industrial. Se trata de la producción tambera altamente tecnificada, de la producción de carne vacuna bajo corral, de la explotación avícola y porcina, con alimentos balanceados y de otras actividades modernas de cría de animales de granja.
4. Un sector de pequeños productores de alimentos frescos, que rodean las grandes aglomeraciones urbanas, en especial la del Área Metropolitana de Buenos Aires, que ya sea con riego o bajo secano, proveen de dichos bienes imprescindibles para la alimentación a sectores escogidos de la población urbana contigua. Las actividades se destacan por ser ambientalmente sustentables, con cultivos basados en prácticas heredadas de sus antecesores.
5. Finalmente, un segmento social que se va reduciendo en significación, compuesto por tradicionales criadores e invernadores de la Pampa Húmeda y tamberos, que han sido desplazados crecientemente de la misma por el avance de la frontera sojera. Este sector no ha incorporado prácticas técnicas que superen modalidades tradicionales de engorde y de extracción de leche por incapacidad de capitalización y han sufrido serios quebrantos en los recientes años.
Los vasos comunicantes entre los diferentes sectores y al interior de los mismos muestran modalidades diversas y cambiantes aunque quizás la predominante y de mayor expansión reciente sea la agricultura bajo contrato que liga, en relaciones de subordinación a productores con intermediarios y/o industrializadores, sometidos a criterios dominantes en tanto tipo de producto, presentación, calidad y tecnología utilizada.
Rodeando todo este escenario se despliega un vasto sector de asalariados, permanentes y/o transitorios que, en muchos casos, no ha han variado en perfil organizativo y en formas de las modalidades de contratación en el tiempo.
Se destacan, todavía, aquellos que apoyan, en momento de picos de demanda laboral por recolección manual, a algunas cosechas específicas como las de frutas para exportación o uvas de calidad para vinos varietales seleccionados. El trabajo permanente está también presente y ha debido incrementar su capacidad técnica aunque, en magnitud, ha ido variando en más o en menos según las nuevas tecnologías de organización de la actividad agrícola acorde con cada uno de los productos cultivados.
El censo del 2002, último dato fehaciente, estimó en alrededor de 700.000 trabajadores la dotación de fuerza de trabajo empleada en forma temporaria o permanente.
Las políticas y estrategias a diseñar en el plan deberán admitir que son estos actores sociales, de muy desigual poder e inserción social, los que tendrán que ser considerados los verdaderos sujetos de las transformaciones a futuro, considerando los objetivos inicialmente planteados.
* Economista