EL PAÍS VIRTUAL
Por Marcelo O´Connor/ Semanario Redacciòn/Salta / 21 3 09
Durante siglos los filósofos discutieron sobre la realidad. Idealismo, materialismo, empirismo y todos los “ismos” derivan del punto de vista inicial en esa problemática. Como no tenían televisión, Internet, play station y ni siquiera radio, los pobres no tenían más remedio que pensar. Hoy está todo solucionado y se impuso el realismo ingenuo, despreciado por aquellos filósofos: lo que no aparece en la pantalla no existe. Y esa imagen seleccionada, nos es explicada verbalmente: No se trata sólo de ver, sino de saber qué se está viendo.
Los antiguos podían hacer huelgas, protestas, motines y hasta revoluciones y guerras. Las más de las veces los molían a palos sin que nadie se enterara y para sostener un reclamo más que razón se necesitaba número. Hoy eso cambió. Nos juntamos unos cuantos, quemamos un par de neumáticos viejos, enarbolamos unos carteles y nos paramos en el medio de un camino, una avenida o un puente. El motivo puede ser variadísimo y casi no importa. La cuestión es que hasta que no se reconozca que tenemos razón no nos vamos. Así de democrático. No hace falta que nos desgañitemos gritando o cantando marchas ni que estemos mucho tiempo al sol o pasando frío. Basta que lo hagamos cuando se prende la lucecita que indica que la cámara nos filma. Ahí sí entonces, con un fondo de saltarines o rostros indignados, nuestro lenguaraz de turno, usando un lenguaje llano porque somos el pueblo, exigirá lo que sea. Sin olvidar de remarcar que los políticos, los funcionarios y los jueces son todos unos inservibles. Y a descansar hasta la próxima entrada en el informativo. Si no hay mucha gente, el camarógrafo sabrá como encarar la toma para que parezcamos más. Siempre es bueno agregar la nota de color: una vieja que llora si es un pedido de “justicia” o un paisano con boina y cara de gringo bruto, tomando mate si es posible, si del campo se trata.
Vaya como ejemplo la marcha por la seguridad, convocada por esas vacas viejas que son nuestras famosas divas, que tampoco fueron. No había nadie en la Plaza de Mayo para escuchar a los tres representantes de las religiones que en nombre del dios único han matado más personas que todos los delincuentes juntos a lo largo de la Historia. Un lampiño rabino que parece salido de la quimioterapia, un señor de aspecto siniestro y uno de esos curitas televisivos con cara de buenudo, coincidieron en que la “gente decente” está amenazada por la turba menesterosa. En el Monumento a la Bandera en Rosario no había más de cincuenta señoras y señoros de ese distinguido barrio. La televisión les concedió un inusitado espacio. ¿Preocupados por la seguridad o porque, oh casualidad, en ese mismo horario se presentaba el proyecto de ley de servicios de comunicación audiovisual?
Si quiere más ejemplos, deje de leer esto y encienda el televisor. Seguro que está De Angelis, en ese estilo cocoliche (el gringo disfrazado de gaucho del teatro de los Podestá), contando que están en la miseria, sin explicar por qué siguen sembrando lo mismo si pierden plata y cómo hacen para vivir sin comercializar lo que producen. O la Carrió, la percherona del Apocalipsis, profetizando que el mes próximo todo se va al infierno. Si no se da, hay más fechas.
Los problemas existen y los sectores disconformes también. Pero si todos los días la televisión selecciona tres o cuatro hechos delictivos y entrevista a las víctimas, hasta los vecinos de Payogasta se sentirán aterrorizados. Y no me vengan con la libertad de información, porque nadie ya es tan ingenuo para tragarse que la información no se manipula, exponiéndola u ocultándola. Aquí mismo tuvimos un ejemplo al revés: cuando gobernaba la provincia el dueño de uno de los diarios locales, un secretario de redacción retaceaba las noticias policiales en aras de la imagen oficial.
Que los medios de difusión constituyan un cuarto poder público, es discutible. Pero aún aceptándolo, convengamos que en una República un poder en ninguna forma podrá aparecer como patrimonio de una dinastía financiera, de una sucesión familiar, de una compañía extranjera, de un monopolio capitalista. Debe ser un instrumento de la comunidad al servicio de la misma. Por lo tanto no ha de inhibirla la presión de la riqueza ni de las finanzas.
En el país real existen muchos problemas y conflictos. En el país virtual, a partir del proyecto que tiende a combatir los monopolios del rubro comunicaciones, esos mismos problemas y conflictos serán muchísimos más graves.